No suelo llevarme demasiadas alegrías cuando leo la prensa, pero días atrás volví a disfrutar de su lectura por los titulares que saltaban a la vista en los distintos periódicos: «Los agentes urbanísticos ya no podrán recalificar suelo»; «Territorio reforma la ley para evitar planes urbanísticos fantasma»; «El Consell acorrala al "ladrillo"». Titulares que informaban, o mejor dicho anunciaban los trabajos de la Conselleria de Vivienda, Obras Públicas y Vertebración del Territorio para modificar la Ley de Ordenación del Territorio, Urbanismo y Paisaje (Lotup), la tercera ley urbanística valenciana desde 1994, aprobadas por los gobiernos precedentes.

Hasta aquí, la noticia se limita a informar sobre una de las facetas de la labor del Gobierno valenciano, la legislativa. Pero si tenemos en cuenta de dónde venimos en los últimos 14 ó 15 años, la cosa cambia, aporta una trascendencia social, humana, medioambiental y territorial que no puede dejar de satisfacer a la mayor parte de los habitantes de nuestra tierra, porque venimos de la destrucción sistemática de nuestro entorno con la excusa de un urbanismo innecesario como motor de un desarrollo imaginario, que solo ha beneficiado a quien lo ha impulsado por vías abusivas, atiborrando nuestras costas con construcciones y urbanizaciones delirantes con la justificación de que se venden, despojando insensiblemente a pequeños propietarios, gran parte de ellos agricultores, de sus tierras con engaños descarados, convenciéndoles de que los iban a hacer millonarios, rodeando pueblos y ciudades de lo que se podrían llamar barrios fantasmas formados por urbanizaciones de bloques clónicos que nadie necesita y que han acabado en manos de la Sareb que a su vez ha saldado vendiéndolos a fondos buitre, casi todos con capital norteamericano, sumergiéndonos en la crisis económico-financiera más grave que hemos conocido en nuestra vida. Y todo esto gracias a esas leyes urbanísticas que hoy la conselleria trata de modificar para evitar que se repita el mismo desastre y sus consecuencias.

Pero hay algunos que añoran esos tiempos catastróficos, quizás porque les fue bien, más exactamente muy bien, enriqueciéndose groseramente a costa de los desmanes comunes e individuales a que sometieron a esta comunitat, con la ayuda incondicional de algunos político en el ejercicio del poder. La Federación de Promotores Inmobiliarios y Agentes Urbanizadores de la Comunidad Valenciana, por boca de su presidente, se permite protestas indecorosas como que «no se ha alcanzado una proporcionalidad entre la protección del litoral y la actividad económica», cuando la cuestión no es que se alcance esa proporcionalidad, sino que la actividad económica se desarrolle adaptándose a las circunstancias en cada momento, otra cosa sería si en lugar de querer repetir experiencias desastrosas se dieran cuenta de que respetar el entorno, el paisaje y el medio ambiente es una actividad económica de mayor trascendencia y futuro, aunque solo sea porque atrae a otro tipo de turismo, que busca lo que cada vez es más difícil de encontrar:la naturaleza pura.

Sin olvidar que la vivienda es una necesidad primordial del ser humano, por lo que no puede ser objeto de especulación para enriquecer a intermediarios que nadie necesita, se llamen como se llamen.