Los hijos nacidos en el seno de un matrimonio son de los dos cónyuges, excepto cuando no lo son. Lo son todos por ley pero dejan de serlo cuando al responsable del Registro Civil de Dénia, por ejemplo, se le ocurre preguntarle a dos mujeres casadas, que ya tenían otros dos hijos, que justifiquen cómo han engendrado al tercero. Y ante su pasmo, el rubor y la indignación, sólo les ha quedado ver cómo el funcionario se niega a inscribir al bebé. Y lo deja en el limbo legal. El Código Civil establece que los hijos alumbrados en el seno del matrimonio son de los dos miembros de la pareja. Meridiano. Pero Lennon, un pequeño que vive en Benidoleig, Alicante, no es hijo de sus dos madres porque no le dejan. Y por eso, no ha podido ser inscrito en su libro de familia al nacer junto a sus hermanos y esta semana se ha quedado sin derecho a tarjeta sanitaria. Tiene dos madres pero no son iguales ante la ley.

María José y Brenda, las dos progenitoras, residen y trabajan en España, pagan sus impuestos, son una familia. Sus otros dos pequeños nacieron en Castellón. Allí bastó la declaración de nacimiento, el libro de familia, el pasaporte de la madre que es irlandesa, el DNI de la española y el certificado del hospital donde nacieron los bebés. Como se habría solicitado en cualquier otro caso, la documentación al uso. Una historia más. Pero cuando Lennon llegó al mundo, en julio, se les pidió un certificado de reproducción asistida porque había que comprobar su origen. No creo que sea necesario justificarle al registro cómo ha sido engendrado un bebé. ¿Acaso se pide en todos los casos? Estoy convencida de que no se les hace al resto una prueba de paternidad ni se pone en duda si un marido es el padre. Se inscribe.

No solo me parece un insulto a las dos madres, sino que constituye una discriminación como personas y un incumplimiento de la ley. Es un esperpento observar las trabas que se imponen en un registro y lo sencillo que resultó realizarlo en la otra administración. Y sin salir de la misma comunidad autónoma. Da la impresión de que el funcionario de turno está más empeñado en ridiculizar a una pareja que en cumplir con su tarea: registrar a un recién nacido. ¿Habría seguido el mismo procedimiento en el caso de tratarse de una pareja formada por un hombre y una mujer? No, habría presumido que el hijo era de ambos con la misma documentación, certificado de matrimonio y certificado de nacimiento del hospital. ¿Y si el hombre hubiera sido estéril, por ejemplo? No lo habría sabido nunca porque no habría preguntado por la procedencia porque no es el procedimiento habitual. La diferencia es que en el caso de las dos mujeres pide un trámite extraordinario.

Y mientras, las administraciones, políticas y jurídicas, tan conscientes del lío que ha estado publicando este diario, no han movido ficha por enmendarle la plana a un registro retrasado en el trámite, ineficaz y problemático que enreda por los rincones cuando ya debería haber dado solución a la simple inscripción de un nacimiento. Hay una ley para todos y todas, el Código Civil, el derecho a contraer matrimonio libremente y con quien quieras, el reconocimiento de la igualdad, que no es un deseo a una estrella fugaz y un niño por registrar. Las mujeres somos iguales ante la ley hasta que llega un hombre y dice que no lo somos. Y así todo.