Lo primero, felices fiestas. Ahora, lo otro. ¿«Mucho me gusta» sería lo opuesto a «mucho me temo»? ¿Si? Pues, entonces, mucho me gusta que el tema de las Fallas y, propiamente, del Museo Fallero nos vaya a ocupar un buen rato. Encantado: me pongo el chándal jubilar de visitar obras y accidentes y les cuento mi opinión. Ya que no cabe donde está porque el contenido rebosa el continente, habría que engordarlo o buscarle una nueva ubicación, que no sería en el edificio de Correos: la centralidad del continente no parece la adecuada para un museo que requiere cierta lateralidad, aunque vecina, y desahogo.

Me parece a mí (¡pasen y opinen!) que la Beneficencia sería un enclave ideal para el Museo de las Fallas. Allí está ya el de etnología y es grande a rabiar, con salas para exponer y patios donde levantar los monumentos. La proximidad del IVAM sería un reclamo o refuerzo mutuo: para destinatarios posiblemente distintos unidos en su condición de turistas ocasionales o de ciudadanos impenitentes. La opinión de Pere Fuset también me parece razonable (Fuset, ¿cómo consigues ser tan razonable?), pero a los demás les dio un ataque de mundo mundial, como al Camps de todos los circuitos, en la gloria del Consell Jurídic Consultiu esté.

Ahora bien, si de lo que se trata es de que el gobierno nos ceda Correos, porque se lo cedió al Ayuntamiento de Madrid, ahí, eso sí que sí, me apunto. Algo le falta a la plaza que la ilumine, como dice ese concejal, con más bombillas que luces, de la «plaza del apagón», que a ese sí deberían darle un certificado para contraer matrimonio y unas gafas de sol. ¿Y qué ponemos en Correos para congestionar el centro y que no sea la estación de autobuses? Me lo pido: bajo la cúpula acristalada o claraboya una gran terraza servida por Noel, Balanzá, Barrachina y la cafetería Lauria. En el sótano, los billares y futbolines del Artis. Eso o una biblioteca. O yo qué sé. Ahí no.

No me gusta el fútbol. Nada. Ni me interesa. Pero lo cierto es que te lo meten en la agenda de pensar quieras o no y, sin poder evitarlo, te surge una opinión, como el que se levanta inopinadamente con un grano. Es más: aprovechando que a Parejo lo han cazado pasándoselo bien en su día libre, cuando lo propio debe ser que se lo pase mal, que para eso hemos venido al mundo, quisiera decir algo por decirlo navideñamente. Las filípicas de Cesare Prandelli y las declaraciones de Layhoon Chan (¿cómo he llegado a conocer esos nombres?) no me gustan nada: están mal colocadas, fuera de lugar o de juego y, además, son exculpatorias, o sea, ¿un achique de espacios?

Han encontrado a los responsables de todos los males: vaya por Sios, los jugadores. En lo que tiene de crítica, lo que dicen, deberían decírselo en privado. Y en lo que no tienen de autocrítica, confunden la parte con el todo. Parece que el entrenador y los técnicos y propietarios son unos irresponsables: no entrenan, no eligen, no fichan. Y me callo ya, que se me pone cara de periodistas deportivo.