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Fum, fum, fum

No. La noche del 24 no he visto Telepasión, ni El Club de la Comedia, ni Tu cara me suena, ni First Dates Christmas (por cierto, ¿seguimos en España?), ni La Noche en Paz, o sea que esto no va de una crítica a los programas navideños de siempre, que se parecen a los de siempre, y nos ayudan, como siempre, a no hablar con el que tenemos al lado. A esas horas estaba yo cenando con familia y amigos con los que apetece charlar, y el televisor dormía el sueño de los justos.

Pero tampoco soy un anacoreta y continúo viviendo atento a la actualidad, y la actualidad en estas fechas en la tele, son los innumerables anuncios de perfumes, colonias y demás fluidos que dan buen aroma. Sí, ya sé que eso tampoco es original, pero me dio que pensar.

Veo al menos dos mensajes subliminales en estos anuncios: A) «Oye, hueles bastante mal, así que por lo menos en Navidad perfúmate, haz el favor» y B) «Si no se te ocurre qué regalar, aquí tienes esto, que te ayudará a salir del paso».

Regalar perfumes es como decir: «Me gustaría que te parecieras a Charlize Theron, Julia Roberts, o a los marineros de Gaultier y que fueras tan "cool" y atractivo como ellos». Pero también puede ser una buena manera de decirle al receptor: «Tu perfume no me gusta, ni tu aroma natural tampoco, así que cámbiate a este que me gusta más».

Una fragancia es algo tan personal, que deberíamos llevar un pin que especificara cuál es nuestra preferida, al menos en estas fechas. Por eso si habéis sido víctimas de una colonia que no es la vuestra, os sugiero un destino mejor que guardarla en el rincón de las esencias olvidadas en el armarito del baño: Volver a envolverla y endosársela a alguien con quien no tengáis una gran empatía. Recibirá el mensaje, os lo aseguro.

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