El episodio de lluvias de estos días pasados en la Comunitat Valenciana ha dejado en el tapete de las instituciones públicas la necesidad de abordar dentro de sus planes de ordenación urbana, industrial y agrícola de una vez por todas la ocupación del territorio fluvial por parte de infraestructuras de todo tipo que ponen en peligro lo más importante: las vidas humanas. Esta problema se ve agravado por el desorden urbanístico de los últimos 60 años que ha permitido verdades barbaridades para con los ríos, ramblas y barrancos, que son todos cauces fluviales.

Por otra parte, como se ha constatado científicamente, las crecidas son una parte del río fundamental y buenas para la salud de su biodiversidad ecosistemica, tan necesaria para todos los que habitamos el planeta. Estas crecidas forman parte indisoluble del río, que es mucho más que un mero canal por donde circula el agua, cuyo régimen de caudales y sedimentos en un territorio determinado son la base de todo su complejo entramado. Las necesarias llanuras de inundación que mitigan los efectos de las crecidas están desapareciendo por el abancalamiento en terrazas para cultivos de regadío, por la multitud de escolleras creadas para la ocupación de los terrenos por miles. Algunas otras causas agravan este problema, como la desaparición de los bosques de ribera autóctonos, que entre sus múltiples beneficios ayudan a mitigar las crecidas.

Si eliminamos o reducimos estos espacios fluviales, la lógica te indica que provocamos un aumento de la velocidad del tiro de corriente y el drenaje que realizan con su extensión de planicie para disipar la energía del río en movimiento. Llevan miles de años estas zonas inundables conviviendo con nosotros al igual que las hoces, tablas, raseras, o deltas fluviales, creadas por el mismo río, que es un sistema vivo y en continuo movimiento. Todo esto para que en menos de un centenar de años las personas nos carguemos toda esta obra de ingeniería hidráulica natural y nos empecinemos en seguir llenando los ríos de infraestructuras caducas, obsoletas y técnicamente inútiles para frenar una riada, como es la machacona insistencia por parte de los regantes en la construcción de la presa de Vilamarxant con dineros de todos nosotros, la cual nos intentan malvender como medio para frenar una riada de las grandes ramblas que vierten al Turia cuando lo que hay en la trastienda es obtener a coste cero una nueva barrera para regadío. Es sabido que los embalses no eliminan el riesgo de las avenidas importantes, sino que además, al retener sedimentos y agua, estrechan el cauce aguas abajo, favoreciendo la ocupación de la llanura fluvial... y los efectos de las inevitables riadas. Como se suele decir, sorprendentemente, las zonas inundables ¡se inundan!.

No se atisba reacción alguna por encontrar soluciones por parte de las instituciones valencianas y la Confederación Hidrográfica del Júcar. Valga comentar que llevamos dos meses sin respuesta por parte de la Generalitat a la petición de creación de una sección de restauración, conservación y mejora de ríos dentro de la conselleria que dirige Elena Cebrián por parte de Acció Ecologista Agró, Ríos con Vida, el Centro Ibérico de Restauración Fluvial, la Fundación Nueva Cultura del Agua y Xuquer Víu.

Convivir con los ríos, respetarlos, apoyarnos en los criterios técnicos y científicos, dejando a un lado la avidez económica sin límites, aprovechar sus recursos haciéndolos sostenibles es parte fundamental para forjar un mejor futuro para todos los que habitamos en sus riberas. Las personas e instituciones implicadas, pónganse a trabajar ya.