Queridos Reyes Magos:

No quisiera comenzar esta carta sin pedirles perdón.

Soy consciente que este año no han ido las cosas bien. Siendo sincero debo decirles que mal. muy mal. Pero sé de la magnanimidad de sus Majestades y espero con la ilusión de siempre la generosidad de vuestros regalos.

Les pido para mis compañeros y compañeras.

Han sido niños malos, muy malos, pero deben de saber utilizar las dádivas que os solicito y que espero que, como siempre, podáis otorgarles.

Rey Melchor, quiero que la coherencia presida los actos de mis amigos. El pensamiento, las palabras y las obras deben de guardar en mis amigos un grado de congruencia.. Requiero vuestra ayuda, Rey Melchor, quiero que lo que piensen, digan y hagan sea coherente. Porque la coherencia política es una virtud que, lamentablemente, parece haber sido exiliada de nuestra realidad política. Dejadles esa virtud, envuelta con papel rojo para que el día 6 de enero se vistan con ella. Porque temo que puedan practicar esa conocida frase de que quien no vive como piensa, acaba pensando como vive.

Rey Gaspar, haced que todos ellos actúen con coordinación. Dejadles el ritmo a mis compañeros y compañeras para que la música socialista suene con los mismos acordes. Que no aparezcan las contradicciones, las rectificaciones y en muchos casos la ausencia de explicaciones. Porque la partitura es socialista y es la misma se cante por unas personas o por otras, en pueblos costeros o del interior. Porque yo no creo que la solución de los graves problemas del mundo sea parcelar el planeta en estados cerrados y banderas que agoten sus esfuerzos en conservar la pureza de su "nación". Decidles a los salvadores de este país que se trata de priorizar nuestra actividad política y no agotar nuestra energía en poner fronteras, nombres y dueños al paisaje, porque quien así lo hace difícilmente puede llamarse progresista.

Rey Baltasar, mis amigos con aires de modernidad empujan para que viajemos por el centro En el centro no hay que defender nada, sólo defender la distancia. Ya nadie se atreve a distinguir lo público de lo privado, nadie reconoce la existencia de clases sociales, nadie diferencia la caridad de la solidaridad, lo que pertenece al comportamiento ético de lo que no lo es; todo es ambiguo, y ahí está el Centro político, que creo debe ser un sitio donde esa ambigüedad impera. No tratan de entender el interés público como la ruptura de las desigualdades entre los pueblos de mundo, el interés público, según ellos, está en la mayor audiencia. Todos los grandes Partidos viajan al centro, aún renunciando a su propia historia, los líderes son de centro y parece que toda la sociedad está en el centro. Cuando tratas de debatir ideas, el compañero de turno saca una encuesta del bolsillo, la fiebre demoscópica, y responde con porcentajes y razonamientos matemáticos.

Por último quisiera para mí que me otorguéis diariamente la utopía necesaria para seguir en este final de mi viaje sin el vértigo de la desesperanza y del desengaño. Sé que lo tengo difícil, pero vuestra magia es poderosa.