A veces, lo evidente no se ve. No sé por qué. Y lo digo por la ley de transexualidad que el Consell de la Generalitat ha remitido a las Corts para su aprobación. Servidor no entiende que en la exposición de motivos se trate de despatologizar lo que claramente define como anomalía, al indicar que «el género es la vivencia interna e individual tal como cada persona la siente, se corresponda o no con el sexo que presenta».

Hay enfermedades -sobre todo hereditarias- que afectan a la sexualidad. Por ejemplo, la trisomía XXY, el síndrome de klinefelter, que afecta a una de cada mil personas, y que hace que los hombres presenten un hipogonadismo. Otro ejemplo, es la hiperplasia suprarrenal congénita: una deficiencia enzimática que, en el caso de que la padezca una niña, puede manifestarse con signos secundarios masculinos. Ocurre a uno de cada quince mil habitantes. Nos encontramos pues en un terreno en el que claramente hay una disfunción que constituye una patología. Hay otras enfermedades, pero no es cuestión de continuar por esta vía que es para consultas médicas.

Lo que la ley recoge es sentimiento de correspondencia anómalo; en términos técnicos, una «disforia». Palabra no consignada en la RAE, pero que viene a significar (del griego «Phoria», llevar, transportar) el que no lleva bien una cosa porque le produce malestar. A mi entender es difícil despatologizar algo que se lleva mal, como cuando a uno le duele la rodilla al andar. La cuestión a la que me refiero es que, cuando algo no se lleva bien, y estamos hablando de biología, hay una disfunción: algo no está en su sitio. Y la solución que conviene proponer es arreglar la disfunción; y no cortar por lo sano.

El reino de los sentimientos y de la euforia -llevarlo bien- es un mundo tremendamente subjetivo; y la cuestión se irracionaliza porque no hay modo de objetivar la sensibilidad. En el caso que nos trae, si un chico de 12 ó 13 años no está a gusto con ser varón (habría que ver los motivos), la solución no es que deje de ser chico para convertirse en chica, lo que biológicamente es un imposible; sino ayudarle a llevarse bien consigo mismo, porque lo normal es que se trate de un trastorno adaptativo propio de la edad; y con una ayuda eficaz y comprensiva se pasará, en la mayoría de los casos, sin más. Y no crearle un problema de identidad que es un asunto serio: compromete biográfica y socialmente. Reasignarle un sexo diferente, además de ser un proceso costoso -emocional, social, económico, etc.- es irreversible. Y cuando ese niño o niña, más adelante, sienta una disforia de su anterior euforia de su inicial disforia corregida, nos encontraremos con un problema real y no solo afectivo. Y entonces? el daño ya estará hecho, sin vuelta atrás. Y la reclamación al maestro armero. Pero responsabilidad, haberla hayla.