Acabo de leer en la prensa, Levante-EMV de ayer, la noticia de que han sido profanadas varias tumbas del cementerio de Montaverner. Me ha impactado la noticia, pues se trata del camposanto de mi pueblo. Allí descansan los restos mortales de mis seres queridos y de cientos y cientos de vecinos de este pueblo de la Vall de Albaida. Hace unos años, no muchos, aquella necrópolis fue ampliada y dignamente adecentada, lo que había logrado conseguir un aspecto encantador y agradable a la vista, para lo que es un cementerio.

La profanación ha conmocionado a todo el pueblo pues, quien más, quien menos, se ha visto entristecido y muchas familias afectadas y deshonradas, por la falta de respeto y el uso indigno de seres tan respetables como son los cadáveres de sus antepasados.

La destrucción de lápidas, el desenterramiento de los esqueletos y la inscripción de frases ofensivas sobre las estructuras del cementerio es una profanación, pues se ha mancillado y ultrajado algo que debe ser respetado.

Quienes cometieron esa fechoría, bien sea una pandilla de elementos perversos y sin escrúpulos, bien personas que se mueven en ocultos ritos paganos, bien sean individuos irreflexivos que, por la ingestión de ingredientes dañinos para la salud, son incapaces de ser dueños de ellos mismos, lo cierto es que han incurrido en un delito, pues además de faltar al miramiento que se debe tener a los muertos, han ofendido los sentimientos más profundos y la dignidad de todo un pueblo.

Y no cabe decir que el hecho que comentamos ha sido un mero acto vandálico realizado por una banda criminal que buscaba desenterrar uno o varios cadáveres de miembros de una banda rival. No se trata de eso.

Por lo visto, los cadáveres de las tumbas profanadas y las lápidas arrancadas, parece que no tienen relación alguna entre sí. No obstante lo ocurrido forma parte de un caso alarmante y grave.La Iglesia católica se opone rotundamente a la profanación de tumbas, dado que para la fe cristiana el cuerpo humano es «templo del Espíritu Santo», al cual honran los creyentes y los seres queridos. De hecho la Iglesia considera, que cuando la profanación de un cementerio se lleva a cabo de manera organizada y en grupo, es aún más grave que si se trata de un suceso aislado en manos de un solo individuo, pues denota el grado de perversión y de frialdad al que puede llegar el ser humano.

Si el pueblo de Montaverner, con las autoridades educativas y religiosas locales no reacciona ante hecho tan grave, como no reaccionó hace años ante la profanación y robo de la imagen de la Virgen de Loreto, es que el desconcierto es inquietante.