Hace unos días falleció en su casa de Leeds, Inglaterra, el eminente sociólogo Zygmunt Bauman, padre del concepto de «modernidad líquida». Nacido en Polonia de familia judía en 1925 con una juventud llena de peripecias y atrocidades incluido el holocausto, analizó con rigor la actual inseguridad existencial en las sociedades desarrolladas. En una reciente entrevista en «La Vanguardia» contestaba al periodista Justo Barranco que la mayoría de sorpresas surgen de la misma causa: Ahora estamos pagando el precio por treinta o cuarenta años de atracón, de juerga, otorgados por una serie de obsesiones demoníacas interconectadas como vivir a crédito, la orgía consumista o la creciente brecha entre ganadores y perdedores (sic).

Con un breve análisis de la situación tanto en el ámbito español como en el de la Comunidad Valenciana podemos comprobar el acierto de Bauman aunque en nuestro caso, el atracón se intensificó en los últimos 20 años.

Las clausulas hipotecarias abusivas, la excesiva tasación inmobiliaria en la concesión de créditos hipotecarios, la venta de preferentes, la desregulación financiera con la ceguera del Banco de España, las obras faraónicas, los desmesurados e inútiles grandes eventos, lo que todo ello ha facilitado la corrupción pública y privada, la sensación de impunidad, y así podríamos seguir en un eterno rosario del exceso y la desmesura. Y qué decir de la Comunidad Valenciana.

El Tribunal de Cuentas ha informado que los recursos públicos destinados a la reestructuración bancaria se han elevado a 122.122,1 millones de euros. Para que las personas con cierta edad entiendan mejor la cuantía de esta cifra, supone 20 billones de las antiguas pesetas. Y dentro de este atracón financiero la Comunidad Valenciana obtiene de nuevo el liderazgo con Bancaja/Bankia, la CAM y el Banco de Valencia a la cabeza.

Con todo esto junto con otros acontecimientos que nos llevarían a escribir una trilogía del disparate, no parece acertada la pasada reflexión de José María Aznar en su almuerzo para hacer amigos en la Moncloa y que mantuvo con la Asociación Valenciana de Empresarios.

Con gobiernos del PSOE y con los del Partido Popular, entre ellos las dos legislaturas de Aznar, la Comunidad Valenciana ha sido víctima de su propia debilidad política, de su falta de valentía y de la carencia absoluta de un proyecto común. Debilidad, valentía y proyecto que continúan relegándonos a una segunda división en el contexto político de España.

Como dice el político catalán Josep López de Lerma sobre la situación actual de Cataluña, seguimos sin pintar nada en Madrid. No estaría de más que la sociedad valenciana se preguntara y respondiera qué es lo que hay que hacer para pintar algo, por mucha laudatio del ex presidente Aznar en su pasada visita a Valencia.