Tras el final del año cervantino, ha sonado la alerta general: el 40% de los españoles no ha abierto ni un libro en todo el año, según los datos del CIS. Ante esta tragedia nacional es hora de anunciar el conveniente regreso de don Quijote a la escuelas y a las mesitas de noche de los politicos para incorporar su lectura a los debates, en aras de la máxima coalescencia parlamentaria de cara a acometer la lucha, lanza en ristre y con el yelmo bacía de corona, contra las torres almenadas , los encantados castillos y sus puentes levadizos y los molinos de viento de la corrupción y de la ignorancia endémica, las cuales dominan como modelos de puertas giratorias el escenario español desde los tiempos de don Miguel.

Don Quijote y su alter ego hablan fuera de su tiempo desde los arcaismos del caballero y la fraseologia popular sanchopancesca, plena de retruécanos e hipérboles libérrimas, de ficciones que se presentan hoy como relatos de hechos reales efectivamente acontecidos, con sus bufones y monarcas, desgranando el animalario nacional sin parar mientes en el torrente verbal: achulados almiforeros que se apropian de baracalofi de todo y parte para herencia de choznos apoltronados en sillas de enea en compañía de una troupe de facinerosos malfamados con gorguera que se sirven de cajistas rescatados de la remendería bancaria gracias a los petrimetres de un parlamentillo merecedor de ofrenda de pepinos y otras armas arrojadizas, proponiendo en párrafos dilatadamente expansivos un orden extraño, aleatorio, altamente improbable y único donde se reúne la lucha de lo real con lo ideal en las batallas de hoy, entrelaza el sabotaje de los principios intocables con los sentimientos, tensiones a la greña, riñas, duelos, estrecheces, decepciones y sueños que habitan a la sociedad nuestra, sin importarle ni su destino personal ni la alta prosapia de los gobernantes.

Todo lo que Cervantes no consiguió, con creces lo logró su tragicómico caballero andante, ingenioso lego portador de virtudes y afanes dignos de su talento, burlando a las élites desde la inestabilidad de su alma nómada y gracias a la capacidad de resiliencia del escudero Sancho, a su humor discernible e inteligencia emocional y a su habilidad improbable para "desfacer tuertos", transmitiendo humanidad en su empresa de ficcion, la cual se mezcla con heterónimos personajes contaminados en cada momento de la historia. Estos últimos no hallaron pájaros sino excrementos en los nidos del humilladero de sus regüeldos, mientras duermen en el silencio del olvido frente al estruendo del oprobio social que salvaría las ideas del alcalaíno de la condena y del anonimato, prefigurando nuestro tiempo presente. Ya es hora de disfrutar del placer de la lectura, lejos de la influencia de los transcriptores de sermones politicos. Y, asi, a nosotros los valencianos nos quedará la potencia expresiva de Tirant lo Blanc y la vida impensada de una ficción.