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Y, en el centro, la democracia

Así entendió la actividad política, me parece a mí, Luis Gámir, un personaje políticamente importante en la Comunitat Valenciana -sobre todo, en el sur alicantino- que nos acaba de dejar. En la hora de las despedidas forma parte del guión habitual establecer una hoja de la ruta biográfica seguida por aquél que nos abandona o, bien, subrayar los perfiles más destacados a criterio de quien evoca su presencia entre nosotros. Yo recuerdo a Luis Gámir como un político de centro, más allá del retrato robot de las siglas a las que perteneció en su currículum político. Próximo a Francisco Fernández Ordoñez sus destinos políticos, perfectamente intercambiables, se bifurcaron cuando aquél siguió su camino con el PSOE y Luis lo hizo con el PP. Luis era una persona sin límites para el diálogo, ajeno totalmente a cualquier signo de dogmatismo y con un talante personal abierto y entrañable. Con apariencia de persona tímida, a veces en sus ojos entornados, dejaba brotar una sonrisa pícara.

Perteneció a esa clase de políticos que llegó a sus cargos con un bagaje académico y profesional enormemente sólido, brillante en sus conocimientos y en los reconocimientos recibidos, de ahí que, al abandonar la primera línea de la acción política, al contrario que en otros tantos casos, no suscitaba preocupación alguna su modus vivendi. Su formación y sus conocimientos en el área de la economía eran de primera división. Catedrático de la Complutense, pasó por Oxford y fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad Miguel Hernández. Precisamente de esa ceremonia guardo un recuerdo inolvidable pues cuando pronunció, sin un sólo papel, su lección magistral, los que asistíamos al acto ( mi compañero Paco Esquivel lo recordará) seguíamos, atónitos el texto de aquella lección que se nos había entregado previamente. ¡Había memorizado un texto de quince o veinte folios! Su perfil intelectual era lo que coloquialmente se conocía como un «cerebrito». Sin embargo, administraba sus muchos saberes con una sencillez sorprendente; escribía libros y casi pedía perdón por ello.

Consecuencia de su ideología centrista y liberal, rozando el larguero de la socialdemocracia, tuvo un comportamiento político, a lo largo de su carrera, propio de un demócrata convencido. Evocando su quehacer en aquellos años en los que vivimos peligrosamente, es decir, en la transición, Luis Gámir recorrió ese difícil camino con decencia y con la mente y la mano abiertas, completamente identificado con los nuevos rumbos que exigía la sociedad española. Pocos políticos he conocido con su capacidad para encajar las objeciones o los disparos dialécticos de los medios de comunicación, que no fueron pocos.

Dos veces ministro, con Súarez y con Calvo Sotelo, no olvidó las vinculaciones con los territorios de los que procedía. Sin haber nacido en Alicante, su vinculación con estas tierras no desmayó nunca. La presidencia de Fundesem fue, seguramente, su último eslabón.

Se fue un político que hizo compatible tener buena cabeza con un buen corazón, ilustrado, abierto y un hombre de centro que creía en la democracia. Siempre le tuve por un buen amigo.

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