La campaña y los votos laboristas del referéndum británico para abandonar la UE indicaron el camino por donde iba a circular Jeremy Corbyn en el futuro. Un político tan poco europeísta como él es lógico que no haya hecho un gran esfuerzo pedagógico contra el Brexit y también resulta natural que, ahora, tentado por el populismo no haya tenido gran inconveniente en sumarse a las tesis antieuropeas del sector tory más conservador y del UKIP. El Brexit se está revelando como disparatada elección y probablemente acabe convirtiéndose más adelante en un pésimo negocio para los británicos.
Pero otro aspecto preocupante que afecta al laborismo del Reino Unido igual que al Partido Socialista en España es la falta de convicción y argumentos sólidos para defender un modelo socialdemócrata que dan por perdido como idea para atraer a los nuevos votantes al mismo tiempo que se diluyen las posibilidades del estado del bienestar por culpa de la crisis.
Corbyn, que se preocupó de encarnar el ala izquierda del Labour Party, ha elegido compartir la idea de futuro con las corrientes sociales más derechistas en Inglaterra. Pedro Sánchez, que surgió del ala derecha del PSOE, se ha podemizado para intentar seguir haciendo carrera en la política. Ahora maneja ciertos principios, mañana podrían ser otros dependiendo de su conveniencia personal y siguiendo la pauta establecida por Groucho Marx.
No se trata de dar demagógicamente la razón a los electores con medidas contra la inmigración, como hace Corbyn imitando a los ultraderechistas británicos. Ni de buscar el salvavidas personal en un espacio de la izquierda ya ocupado, como pretende Sánchez. La izquierda democrática no debe renunciar a defender sus principios por oportunismo.
