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Zidane prueba de su medicina

El Madrid perdió en el Sánchez Pizjuán, básicamente, por lo mismo por lo que se había mantenido invicto en bastantes de los cuarenta partidos anteriores: porque el fútbol es imprevisible. Sólo así se entiende que, después de mostrar durante 84 minutos una imagen de equipo sólido y bien plantado, con una seriedad propia de una gran final, todo se viniese abajo en dos acciones aisladas. Se puede decir que Zidane tuvo que probar de su propia medicina.

El del Pizjuán fue un buen Madrid, pero no el más brillante. Zidane estuvo a un centímetro de que sus apologistas, basándose en la indiscutible fuerza de los números, le coronaran como el mejor estratega de todos los tiempos. Porque su apuesta por los tres centrales, en un partido de tanto calado, era un riesgo evidente para un equipo que sólo había recurrido a esa variante en momentos críticos de un partido.

Con dos laterales como Carvajal y Marcelo, que atacan mejor que defienden, seguro que Zidane pensó en un partido de largo aliento. El paso de la teoría a la práctica dejó sensaciones encontradas. El Madrid consiguió contener al Sevilla, que tuvo muchas menos facilidades que en la Copa para llegar al área. Pero, por el contra, el nuevo dibujo disminuyó la capacidad de sorpresa, esa que depende mucho de las apariciones esporádicas de Carvajal y Marcelo desde muy atrás.

Para fortalecer el eje de la defensa, Zidane tuvo que renunciar a un jugador en el centro del campo. Privado de Isco y James, los candidatos claros eran Lucas Vázquez o Marco Asensio, jugadores sacrificados, de largo recorrido y con capacidad para desequilibrar a un rival que descuida las bandas. Con Casemiro dedicado a labores de intendencia y Kroos en su perfil discreto de toda la temporada, el único madridista que dejó su sello en esa zona decisiva fue Modric.

La doble equivocación del Sevilla en el penalti que dio lugar al 0-1 pareció darle la razón a Zidane, ese entrenador al que todo le salía bien. Pero lo que le había servido para no perder se reveló inútil para sentenciar. Normalmente, el Madrid es letal con ventaja, aprovechando los espacios que deja un rival obligado a arriesgar. Pero con el 3-5-2 del domingo, esa maquinaria perfecta del contragolpe pierde filo. Eso frente a un buen equipo como el Sevilla es peligroso porque el resultado queda a expensas de cualquier contratiempo. Y, extrañamente con el Madrid por el medio, llegaron dos en poco más de cinco minutos.

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