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El centro del coche

Una vez escuché en la radio, mientras buscaba sitio para aparcar, a Giuseppe Grezzi, nuestro concejal de Movilidad. Pude oír la entrevista entera y hasta el boletín de noticias que la siguió, pero, con independencia de que se compartan o no sus ideas, no parecían fruto de un repente, sino que tenía un catón, un manual, unas líneas. Desalojar al transporte privado del centro histórico sin que se resienta la comodidad del viandante que, además de sus miembros inferiores, debe tener autobús, metro, tranvía y bicicleta. Aquí somos herederos del espíritu sultanesco, aunque no tengamos un duro ni hayamos pasado del parvulario, y sólo la disuasión (y la persuasión) logrará que las calles sean un lugar habitable. ¿Cómo vamos a ir en bici o metro si eso es de pobres?

Pero ya se sabe que los chicos de Isabel Bonig, a la que huelen sangre arremeten con todo. Zapatero tenía «ocurrencias» y Grezzi «improvisa». Vaya, por lo visto solo en la derecha hay gente que viene de casa con los planos y el cálculo de costes al día, es una lástima que desde su cara hasta sus intervenciones, no transmitan semejante espíritu iluminista y previsor: ni un solo minuto, que es pedir poco. Es posible que después de aguantar el PP veinte años en el machito a base de repartir dádivas, astillas, recalificaciones y sobrecostes, a la oposición ahora en el gobierno, no le quedase más remedio que improvisar. Estaban tan poco acostumbrados?

Bien. Esto me recuerda que podemos vivir sin dogmas. El coche particular es una buena solución para uno mismo que, multiplicada exponencialmente, se convierte en un problema grave. Pero no transmite la peste, aunque contamine lo suyo. A partir de ahí se pueden hacer reajustes, matizaciones, protestas y hasta expresar gratitud (cuando el cambio produce algún bien, lo que ocurre con cierta frecuencia con el invento, por ejemplo, de las calles salón). Nuestra derecha suele criticar en la izquierda aquello que después usará a mansalva: el divorcio, el aborto, la libertad de enseñanza (aunque la confunda con el adoctrinamiento patrístico). Otro día, el hospital de Alzira.

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