Más allá del juego de palabras del título y al que veremos su sentido, casi hemos estrenado el año con la resurrección de la tragedia del Yak42 en el año 2003, que marcó y marcará un ápice en otra posible historia de la infamia. Federico Trillo hizo volar a 62 militares en un ataúd con alas, como ya sabíamos. Ahora nos lo ratifica no solo el dictamen unánime del Consejo de Estado, sino también su sucesor, José Bono, en sus memorias documentadas, declaraciones actuales y, sobre todo, los familiares de las víctimas. Trillo ultimó la faena con la añadida infamia de la macabra y terrorífica ceremonia de la confusión de la identificación de los restos con una celeridad que fue ordenada por la superioridad (¿no era Aznar el presidente?).

Y qué decir de la primera declaración de Mariano Rajoy al conocerse el dictamen: «Eso está sustanciado y ha pasado mucho tiempo». («Eso» es lo del Yak y su tragedia: la cumbre de la humanidad rajoyana, que es en gran manera un capítulo más de la necropolítica „política de la muerte„ de esta partida).

En un país normal habría supuesto la caída no solo del ministro, sino del propio presidente Aznar, es asunto trufado, además, por si fuera poco, con más que indicios de corrupción en ese vuelo y en anteriores. Tampoco es un país normal que a un partido así lo voten 10 millones y subiendo.

Con la plaza de Toros de Valencia abarrotada, el 13 de noviembre de 2011, asistiendo todos los prebostes peperos „Rita, Rus y tutti quanti„ Rajoy le dijo a Trillo: «Has estado siempre ahí, ocupándote de temas que no vamos a calificar». Se califican por sí solos. Veamos: a Trillo le serviría de ensayo lo del caso Naseiro, tramitado aquí por el juez Manglano, una instrucción frustrada al anularse por el Tribunal Supremo las escuchas que habían servido de base, con la diferencia (como decíamos en este diario el 7 de mayo de 2014) «a favor de Manglano que no les hizo falta exterminarlo judicialmente». Trillo se movía con perfecta soltura en las altas puñetas del Estado, pues no en balde pasaban por él los nombramientos judiciales de la máxima importancia, eso sí, cobrando magníficamente sus servicios y de extra o propina la Embajada en Londres. Manglano no se libró, sin embargo, de un linchamiento mediático, eso que tanto descalifican si el objeto es uno de ellos.

Recordando que aquí en Valencia tenemos algo, más que algo, que, salvadas las distancias, rememora aquella tragedia del Yak: la del metro, a la que también se le dio carpetazo, en este caso por la visita del papa. Las similitudes aumentan si recordamos que los dos protagonistas de ambas tragedias son aguerridos opusdeistas: Trillo y Juan Cotino.

¿Por qué el título de estas líneas?. Porque no trillarán al exministro de Defensa (diccionario Moliner: trillar, triturar la miés) porque sabe demasiado, por lo dicho y más. Pero no es este el primer caso, dentro del partido, de ese frenado por saber tanto. Y por eso exquisitamente se ha buscado no destituirlo de Londres, agradeciéndole los servicios prestados.

A Baltasar Garzón destapando la Gürtel, lo trillaron, con la condena por prevaricación (11 años de separación) con fundamento más que dudoso, por unas escuchas declaradas ilegales. Ya vemos que la abominación de los que nos desgobiernan es ilimitada, y así han cerrado filas en torno a Trillo, añadiéndose un tercer tiempo de desprecio a las víctimas y sus familiares. La ONU interesó a España, en noviembre, alguna explicación sobre la condena del juez Garzón, que suponemos no contestarán, (ya hay precedentes de silencio).

Coda: La comparecencia de Cospedal se saldó con el dato favorable para las víctimas y sus familiares, de la petición de perdón por ella, en nombre del Estado, pero no evitando, y más con las preguntas de la oposición, que el telón de fondo del Yak y de 40 contrataciones precedentes y análogas, así como la falta de pago del seguro, era una vez más la corrupción que hizo que las indemnizaciones fueran a costa de todos, como sucede siempre con el PP (sin aparecer en absoluto ningún contrato: o sea más de lo mismo).