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¡A protegerse!

A veces para practicar el proteccionismo no hace falta ser proteccionista. Puede atesorar uno firmes convicciones sobre la unidad mundial del mercado, la bondad de la competencia internacional y la libre circulación de todo (capitales, mercancías, personas) y, sin embargo, tener que volverse proteccionista. Esto ocurre cuando los demás actores de la escena económica se hacen proteccionistas. Como, al paso que van las cosas, Europa se verá obligada a ello para protegerse de los proteccionismos, mejor será que vaya montando cuanto antes un cuerpo de doctrina al respecto, poniendo a trabajar en las técnicas de cierre a los mismos think tank que laboraban en las de apertura. Por su parte, los políticos deberían ir construyendo el discurso del nacionalismo europeo, antes de ser devorados por los nacionalismos nacionales. Al final podría acabar siendo una oportunidad para Europa.

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