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Matías Vallés

Ahorrar luz es caro

De repente, a todo el vecindario le ha dado por ahorrar electricidad. Es un proyecto suicida, porque disparará los precios. El ahorro o unicornio energético no existe. La factura eléctrica se ha disparado simultáneamente al despertar de la sensibilidad ecológica y de la competencia. El consumo responsable es otra de esas propuestas políticamente correctas pero erróneas, que acaban consiguiendo que Donald Trump alcance el poder absoluto. La industria tramposa descarga la culpa sobre el consumidor. Una vez sustanciado el desafuero que investiga la Fiscalía, se aplica la lógica del corrupto arrepentido. Solo devuelve el dinero que le reclaman

No tienes la culpa del precio de la electricidad. Las constructoras se infiltraron en su día en las eléctricas, y el recibo de la luz es el sucedáneo de las hipotecas. La luz es menos rentable que el piso entero, pero castiga a todos los ciudadanos sin excepción. Se escriben libros enteros para desentrañar la tarifa, cuando pagar la luz no debería ganar en complicación a desenredar la factura del kilo de lomo. Sería más rápido aplicarse el lema infalible de las cosas complicadas: «Si algo no se entiende, no eres tonto, solo te están engañando».

La tarifa eléctrica seguirá la senda de los contratos hipotecarios. Pronto se demostrará que es íntegramente ilegal. Entretanto, el procedimiento revolucionario consiste en no ojear siquiera la factura. Pagar sin rechistar, mientras el cuerpo aguante. Es la actividad más solidaria imaginable, porque los obsesionados con economizar se limitan a descargar el coste sobre otros. Queda dicho que, si ahorramos todos, los precios subirán para todos. El valioso tiempo que se desperdicia aprendiendo a leer facturas y controlando horarios impracticables, estaría mejor invertido en estudiar el desalojo de los responsables del carísimo fraude.

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