El año 36 nos trae funestos recuerdos cargados de sangre y violencia que debemos superar y olvidar con proyectos que signifiquen trabajo en común y mejora social. Llegué a esta idea al conocer las palabras del expresidente de la República Claudio Sánchez Albornoz al pisar Barajas. Decía: «Ha llegado la hora en la que los que por amor a España renunciaron a su libertad y los que por amor a la libertad renunciamos a España, olvidemos el pasado y trabajemos en común para un futuro mejor». Un breve pero conciso mensaje de un hombre de Estado, preocupado por pacificar y hermanar las dos Españas que tanta sangre habían derramado, proponiendo su olvido, muy diferente del de políticos mediocres y revanchistas que necesitan alentar y mantener vivo aquel enfrentamiento para lograr puestos públicos de los que vivir, intentando que no se olvide un pasado que ni conocieron. Y fue esa invitación al trabajo en común por un futuro mejor el que me abrió el proyecto.

Porque si analizamos la situación podemos concluir que nuestra comunidad camina a la deriva sin un plan estratégico o plan de etapas que armonice y ordene nuestro desarrollo según nuestras necesidades en todos los sectores y las nuevas orientaciones de la sociedad. A diferencia de Cataluña y Madrid, con sus horizontes muy bien definidos, gracias al consenso social que reina en sus proyectos. Aquí es lo contrario. Nadie dice nada y cuando alguien propone un proyecto, hay cien voces discrepantes que proponen lo contrario, por lo que las inversiones estatales esperan a que haya un consenso general para financiarlas. Y así no vamos a ninguna parte. He conocido varios proyectos del Parque Central, de la Plaza del Ayuntamiento, del puerto, de la estación pasante y sus itinerarios y de muchas inacabadas como la T2, el nuevo Mestalla, el Ágora, la Ciudad de la Luz, la Ciudad de las Lenguas y un largo etcétera, que desmoraliza al contribuyente y pone en evidencia a una Administración que emprende proyectos sin calcular sus posibilidades ni su utilidad

Por ello es necesario preparar un gran congreso de nuestra sociedad, para realizar un balance de nuestras necesidades y un gran plan estratégico para el año 2036. Parece que hay mucho tiempo pero no es así, ya que para un trabajo de este calibre quedan menos de veinte años.

Para ello se debería convocar una reunión, como la cumbre de Orihuela del 89, con asistencia de políticos, universidades, economistas, sociólogos, asociaciones de vecinos, sindicatos, empresarios, ateneos, colegios profesionales, especialistas en comunicación y en planificación de eventos, etcétera, para acordar un gran programa que defina y reúna las necesidades de nuestra comunidad. Así como los correspondientes proyectos hasta el año 2036, como la celebración del centenario de nuestra Guerra Civil, demostrando que aquella cuenta quedó superada y que el trabajo en común daba grandes resultados. No hacerlo es quedarnos fuera del impulso de Europa evolucionando a ser una sociedad de servicios.

Esta convocatoria debería quedar bajo el permanente gobierno de un comité de seguimiento que la mantuviera viva y activa y bajo la tutela de una Cátedra de Desarrollo Estratégico de nuestra comunidad, con conferencias, ciclos de cursos especializados, artículos en prensa y revistas españolas y europeas, intervenciones y proyecciones en televisión, que mantuviese el control de las conclusiones adoptadas, creando premios económicos a los proyectos y a los hechos más destacados en dicho aspecto. Naturalmente se debería contar con la financiación adecuada a un proyecto de este calibre. Y nada mejor que poner en marcha la lotería valenciana, una Lottoval que destinara todos sus beneficios hasta el 36 a dicho proyecto, con lo que se financiaría sin más impuesto que el finalista de carácter voluntario.

De no ser así, nadie nos va a tomar en serio. En Madrid se ríen de nosotros porque no saben lo que queremos. El otro día, un grupo de empresarios exigía a voz en grito el tercer carril con la frontera. Y seis días más tarde otro grupo de empresarios, tras una conferencia, se levantaba exigiendo el AVE Castelló-Tarragona. ¿En qué quedamos?, se preguntará el Gobierno central ¿Qué quieren los valencianos? Así, ¿quién nos va a tomar en serio? A lo más en Madrid dirán: primero que se pongan de acuerdo y después veremos.

En un mundo que evoluciona tan rápidamente, los que no tienen claro un plan estratégico de futuro se quedan como el cangrejo. Y aquí nadie se preocupa más que de las elecciones del 2019. Yo, por mi parte, hago la propuesta y adelanto que iré desgranando en artículos las carencias que nos dejan echados por la carretera de la prosperidad. Por mí que no quede.