Los recientes informes de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) sobre el cumplimiento en España de los Objetivos de desarrollo sostenible son preocupantes. De los 17 objetivos, España sólo ha alcanzado uno, por lo que será necesario una estrategia de Estado que implique tanto a la Administración central, como a las comunidades autónomas y a los organismos locales, así como a ONGs y el sector privado para explicar con claridad a los ciudadanos los desafíos de la Agenda 2030, que no sólo nos va a hacer mejor país, sino que nos permitirá ser más competitivos.

En ese sentido, la bioeconomía y el sector forestal también juegan un papel esencial. El territorio forestal de la Comunitat Valenciana llega casi al 60 % de su superficie total, aportando al PIB menos del 0,03 %. Este dato, mucho menor que en otras regiones y Estados, indica que algo no estamos haciendo bien. No vale argumentar que nuestro monte no es productivo por nuestras condiciones climáticas. Esas excusas sirven para tertulianos de bajo perfil, o políticos encandilados en teorías evolutivas y esperando ejecutar acciones en los montes basadas en presupuesto público cada vez más escaso. Los mismos que cuando hay un incendio forestal lo achacan a que el pino arde mucho?, y a mi juicio, las que arden con extrema rapidez son las excusas para no asumir responsabilidades de gestión.

Una sociedad avanzada, como se supone la valenciana, debe aprovechar todo el potencial para la promoción de nuestros productos forestales basados en la nueva bioeconomía. Tenemos productos de alto valor que apenas aprovechamos, unas veces por desidia y, otras muchas, por trabas burocráticas y políticas. Madera para construcción, astilla para procesos térmicos industriales y urbanos, resinas naturales para barnices, pinturas, hongos comestibles, fibras de madera para bioplásticos, miel, corcho, plantas aromáticas, grandes superficies para ganadería extensiva que paste los montes... forman una extensa variedad de productos naturales que, bien promocionados y apoyados, crearían una economía circular de cadena corta y baja emisión en carbono que aumentaría la calidad y seguridad alimentaria de los consumidores. A todo ello cabría añadir que estaríamos luchando eficientemente para mitigar el cambio climático, disminuyendo el riesgo de grandes incendios forestales y contribución al desarrollo rural y el PIB autonómico.

Hace unas semanas, una noticia nos alertaba de la gran cantidad de antibióticos que se suministran a los animales estabulados en China y el peligro que suponen para la salud de la población mundial. Las bacterias se hacen resistentes a los fármacos y se pueden producir pandemias con un gran peligro potencial. ¿Se imaginan que no fuera una anécdota consumir carne de ganado que paste en los montes valencianos? Para ello hace falta el apoyo de la Administración y de manera eficaz el Programa de Desarrollo Rural en materia forestal que, sobre todo al principio de su implantación, tenía unas interesantes líneas para generar proyectos tractores y emprendedores para la promoción de estos productos. Lástima que en los últimos años se haya propuesto con desacierto desde los diferentes departamentos de medio ambiente de la Generalitat su casi total eliminación. Es hora de rectificar. Todas las recomendaciones en desarrollo rural hablan de las nuevas oportunidades de la bioeconomía y la necesidad de ordenación de nuestros montes, para una correcta gestión de nuestros recursos forestales y lo recogen con absoluta rotundidad.

Nuestra asignatura pendiente: los nuevos desafíos de la Agenda 2030 como palanca de cambio para exigir nuevas políticas.