Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Fruta nacional

Parece que ahora mismo hay un madero, un tal Villarejo, que tiene suficiente información buena y sensible para hacerle chantaje al estado si lo suyo no se resuelve favorablemente. Me recuerda a los policías Amedo y Domínguez marcando atributos en el caso GAL. A Luis Bárcenas ensanchando los hombros ante el juez para poder acoger todos los millones que le descubrieron en Suiza y que, dice, son suyos porque el gobierno niega toda relación: pues, oye, mejor ¿Y qué sabe el policía? Pues algo que combina el ático marbellí de Francisco González con la lavadora de dinero negro de Gao Ping, los revolcones y negocios de la Wittgenstein, una cabeza coronada, el pequeño Nicolás y no sé cuantas cosas más. Rafael Blasco y Serafín Castellano no salen en la película.

Como dice Ernesto Ekáizer, no puede esperarse que los policías que custodian información sensible sean muy confiables si el modelo que tienen es Fernández Díaz, el ministro de Interior, el que vestía virgencitas y se reunía con cargos públicos para ver el modo de desacreditar a los independentistas catalanes. Como si no hubiera bastantes periodistas en Madrid que, por cuatro duros, se lanzarían a salvar ¡Espaaaaañia! A ver si creamos más puestos de trabajo que falta hacen. Todo esto me recuerda que nuestra transición, tan modélica, no creó una comisión de la verdad y la reconciliación, como si hicieron Uruguay, Argentina y Sudáfrica, por ejemplo, ni un relato de mínimos que acogiera las razones de vencedores y vencidos. Nada. De lo que se infiere que se secretea con cosas que deberían salir a la luz y no se sabe mantener un secreto cuando el bien del país lo requiere.

Tampoco tenemos ley de revelación de secretos con unos plazos fijados por norma para dar a conocer los documentos que tienen sello, sigilo. En consecuencia y por pura simetría, nuestros espías son una birria (por bocazas), pues el contraveneno del secreto es la información (y viceversa) y, a estas alturas, aún no sabemos si el general Moscardó iba estreñido o es que era así. País ávido: de pelotazos, chantajes y otra de gambas.

Compartir el artículo

stats