Roberto Jaramillo, concejal de València en Comú (VALC), pide ayuda a Podemos para poder controlar de una vez por todas esa plataforma municipalista que tanto se resiste a adorar su figura señera de tribuno de la plebe con chanclas, tal vez confundiéndola con cierta entidad donde tiene capilla y desfila bajo palio. De paso, se cura en salud denunciando una inexistente campaña de desprestigio contra su persona y la existencia de grupos organizados dentro de VALC. El único grupo organizado del que se tiene constancia en la plataforma es Sí Que Podem, cuya cabeza más visible es la suya.

No conforme con presumir de chanclas, se despacha un día sí y otros también, clamando para que no se sabe qué Podemos le eche una mano contra ese contubernio rojo que se ha apoderado de València en Comú, plataforma municipalista de la que, por cierto, es concejal. Y bien que le pesa, tanto que su apuesta pasa ahora por la liquidación de VALC. Traducido a román paladino, idioma que seguro conoce nuestro edil: «Como ya no me gusta este bar, le prendo fuego». Con tantos bares como hay.

El concejal de VALC y diputado provincial gracias a VALC acusa de desembarcos para ganar votaciones. En realidad, no ha ganado una sola votación salvo aquella en la que él propició un desembarco casi de Normandía de ciudadanos y ciudadanas de pueblos y villas de la provincia de Valencia, incluida una concejala del municipio de Massamagrell, para votar y controlar la Comisión de Garantías a la que, sospechamos, el concejal tiene un cierto pánico. Lástima que fuese ese mismo día cuando se detectó el pastel de un intento de fraude telemático que aguó la que iba a ser una fiesta del bertismo. Porque el concejal de VALC no es de VALC y tampoco es de Podemos. Berto Jaramillo es de Roberto Jaramillo.

Hay que subrayar que, al margen de las responsabilidades penales que se deriven de ese burdo intento de fraude electoral, hay unas responsabilidades políticas que sustanciará la recién formada Comisión de Garantías de VALC, esta vez sí, con miembros elegidos de forma limpia y sin desembarco alguno. También abordará el intento de despido de dos asesoras del grupo municipal de la plataforma por parte de Jaramillo, por mucho que niegue este hecho. Aquello mereció la reprobación política casi unánime de un muy concurrido plenario de València en Comú.

Es significativo que la patética petición de auxilio de Jaramillo a Podemos para que liquidase València en Comú se publicase justo el día después de la renovación de la Coordinadora de VALC con seis nuevos miembros, elegidos el pasado 19 de diciembre. Todos ellos son de Podemos pero no todos, ay, son de Berto Jaramillo. Visto lo visto, pidió después que Podemos, no se sabe qué Podemos, rompiese con València en Comú. Aquello tampoco encajaba mucho con el hecho de que, de los diez miembros de la Coordinadora de VALC, nueve son de Podemos.

Halló la cuadratura del círculo cuando pidió que la plataforma municipalista se integrase en Podemos y desapareciese como tal. Poco después, cincuenta supuestos miembros de València en Comú firmaban una petición de disolución de VALC y su integración en Podemos porque la plataforma es un espacio «que genera conflicto». La Coordinadora de VALC, como es habitual, se enteró por la prensa, como se entera de todo las propuestas de Roberto Jaramillo, que hace tiempo que no se pasa por un plenario de la plataforma de la que es concejal. Uno de los últimos a los que acudió fue aquel en el que se negó a entregar parte de su excedente salarial no solo a VALC, sino también a ese Podemos al que ahora se encomienda. Es seguro que el espejo mágico de Jaramillo solo le devuelve su propia figura agigantada y no el revoltijo de contradicciones que contiene su inconmensurable ego.

Pero, en fin, ya es mayor para saber que uno es responsable de sus palabras y de sus actos. Yo también lo sé.