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Malditos bots

A raíz de las últimas elecciones presidenciales estadounidenses y su desastroso resultado para ese país y el mundo en su conjunto, se ha hablado mucho del papel desempeñado en ellas por los "bots".

Se trata de programas informáticos que con ayuda de algoritmos siguen cuentas en las redes sociales en busca de preferencias de sus usuarios bien para generar inseguridad, bien para ratificarlos en sus preferencias o rechazos.

Se usan al mismo tiempo para generar de modo artificial volumen de conversación en torno a determinados temas o inflar el número de seguidores y eso que llaman "amigos".

Los bots, que hacen creer al usuario de esas cuentas de que se trata de personas reales, se han convertido en una importante herramienta tanto en la estrategia publicitaria de las empresas como, por desgracia, también de los partidos.

Empresas de marketing como Cambridge Analytica se dedican a recoger de las cuentas de los usuarios de las redes como Facebook todo tipo de detalles sobre el comportamiento de los individuos para categorizarlos y venderlos a los interesados.

De ese modo, en la campaña electoral estadounidense, los simpatizantes republicanos fueron bombardeados con mensajes favorables a Donald Trump mientras que a quienes tenían un pasado migratorio se les ocultó toda referencia al muro en la frontera con México.

A los demócratas se los atiborró de mensajes que dejaban en mal lugar a la candidata de ese partido, Hillary Clinton, no para convertirlos en seguidores de Trump sino para disuadirlos de ir a votar.

Dado el éxito que tuvieron al parecer ese tipo de programas en aquellas elecciones, muchos temen que puedan utilizarse también para influir en el resultado en las que se celebrarán próximamente en Alemania, Francia u Holanda.

Se teme, por ejemplo, que se recurra, como sucedió en EEUU, a la difusión de correos electrónicos pirateados. Los demócratas acusaron a Rusia de estar detrás de esa ciberpiratería que tanto perjudicó a su candidata.

En tiempos de "fake news" (noticias falsas o directamente mentiras) y de desconfianza en los medios de comunicación tradicionales, fenómenos ambos estimulados por la extrema derecha populista, la manipulación electoral parece más sencilla que nunca.

¡Malos tiempos para la democracia!

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