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Vaya semana

Nada más lejos de mi intención que escribir una columna humorística. Soy una persona seria pero es que hay veces en que no sabe uno si reír o llorar y en esta circunstancia, me inclino por lo primero.

Empecemos por las exigencias morales, cuya demostración tanto vale para los patrioteros de Washington como para los de aquí, que son muchos y solo piensan en envolverse en la bandera nacional. Lo digo admirando un gesto sin fuegos de artificio, sin golpes en el pecho, sin más recurso a la superioridad moral que la simple exhibición callada de un momento: el MOMA de Nueva York, el mismo que tenía el Guernica de Picasso en sus paredes hasta que atendió la exigencia ética de devolverlo a España, ha hecho una simple manifestación de repulsa a Trump más eficaz como resistencia ciudadana, creo, que una invasión multitudinaria de las calles. En la quinta planta, la de las colecciones permanentes, han sustituido de sus propios fondos obras maestras de Picasso y de otros grandes por las de artistas provenientes de los siete países a cuyos nacionales Trump quiere impedir el paso.

¿Saben ustedes que en Estados Unidos en 2016 los muertos por atentado yihadista fueron dos, los de atropello por cortacésped, 69, y los asesinados por americanos, 11.737? Dicho lo cual, varios hechos miríficos jalonaron la pasada semana.

Conversación telefónica entre el presidente de Estados Unidos y el jefe de Gobierno español. Imagino que en el futuro será objeto de estudio y comentario. Lo inmediatamente aparente es que, a juzgar por las respectivas notas de prensa, hablaron de cosas distintas, es decir, no entendieron lo que se estaban diciendo. Por una parte, una charleta telefónica de unos quince minutos entre dos mandatarios que no hablan el mismo idioma, se reduce a algo menos de la mitad dando tiempo para las pausas de reflexión y autoanálisis y para que los intérpretes puedan ponerla en román paladino.

Luego, Rajoy, contradiciendo las manifestaciones de sus aliados europeos (olvidando, al parecer, la solidaridad obligada hacia gente del mismo club), va y se ofrece como interlocutor y valedor de Estados Unidos con la UE. ¿De dónde saca él que alguien le va a hacer caso? ¿De dónde le parece que le viene la influencia de gran estadista sobre sus compañeros? Debe ser del mismo concepto que convenció a Obama para que Rajoy interviniera como correveidile en la normalización de las relaciones entre La Habana y Washington. ¿O no fue él?

Y encima Trump no le entendió y se limitó a recordarle, como a los otros líderes europeos, que quería que los europeos incrementaran sus contribuciones a la OTAN. Inconvenientes de no hablar idiomas y de no estar interesado ni versado en política internacional. Y, además, ¿quién puede querer ser correa de trasmisión de ese ignorante colérico, mentiroso compulsivo que no entiende ni de qué va la división de poderes?

Las mentiras. El interesante concepto de la posverdad o de los hechos alternativos tuvo respuesta en una entrevista entre un periodista de la CNN y una asesora de Trump. El primero acorraló a la segunda contestándole a cada afirmación, «¡falso!» o «mentira» y demostrándolo con hechos. Es duro que un periodista pueda acusar a un presidente de mentiroso sin consecuencias.

Valores éticos. Trump sigue mezclando sus intereses personales y los de su hija Ivanka con los del país que se supone dirige. Claro que aquí muchos deben de comprenderlo bien y sentirse tolerantes con semejantes pecadillos.

Nombramientos. Es interesante que haya nombrado ministro de justicia (fiscal general) a un tipo que hace años no consiguió que le hicieran juez federal en su Estado por ser públicos su racismo y su convicción de la primacía de la raza blanca. Es interesante que haya conseguido hacer ministra de educación a una señora que no sabe nada de ello. Me recuerda irresistiblemente al episodio del ministro Wert.

Ideas de peregrino. Trump habla a tontas y a locas y no calibra lo que dice. ¿Que China son dos y no una? Pues se le dice a la presidenta de Taiwan, que ha llamado por si se ponía al teléfono. ¿Que se enfada el de la China grande? Pues donde dije digo, digo Diego.

Este es el interlocutor de la política exterior de total blandura que practica Rajoy. Este es el interlocutor que, con solo enseñar el flequillo teñido, impide que el Gobierno español aproveche la circunstancia para salir en defensa de México y del mundo latinoamericano y pierda de nuevo una oportunidad de oro de volver al liderazgo hispano.

Sería interesante averiguar las causas por las que le siguen votando. Eso sí que intriga.

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