Es curioso ver cómo puede llegar a cambiar el escenario cinematográfico de la política en tan solo un año. En la gala de los Goya de 2016 daban la sorpresa Pablo Iglesias y Pedro Sánchez. El primero porque lucía esmoquin contra pronóstico y el segundo porque iba con camisa y americana; así, sin más y sin corbata. Aquello parecía un intercambio de papeles dentro de un mismo guión.

Un año después, Iglesias vuelve a vestir de esmoquin y sorprende con pajarita morada. Matizando, para que quede claro, que lo lleva por «respeto a los trabajadores y trabajadoras de la cultura». Mientras, el ex secretario general socialista, va por los pueblos partiéndose la camisa, como lo hiciera Camarón de la Isla en ese magnífico tango flamenco al desamor que es Soy gitano.

Y así, un año después ambos siguen ostentando un papel protagonista dentro de sus partidos. En Podemos se ha recrudecido el debate interno entre los planteamientos de Íñigo Errejón y Pablo Iglesias. Todo ello acompañado de su correspondiente espectáculo mediático. Poniendo de manifiesto que la política, a veces, también es entretenimiento.

El partido socialista, ausente de liderazgo y gobernado internamente por una gestora, plantea un debate similar, al menos en apariencia. Desde esta perspectiva está dando la batalla Pedro Sánchez, que dice defender un giro a la izquierda del partido frente a las tesis oficialistas. Dicho así, la película no tiene mala pinta. Lo que genera dudas es que lo protagonice quien ha sido el actor principal del último guión oficial. Es decir, de las tesis oficialistas de los últimos años.

En mi opinión, el PSOE debe recuperar el liderazgo político como organización armada ideológicamente a la izquierda. Un debate pendiente desde que estallara socialmente el movimiento 15M. Probablemente, el origen de las tensiones en la izquierda política.