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El gallo que ardía

El otro día escuchaba que en China había nacido, en 2016, un millón de niños más que el año anterior, pero ¿cuántos chinitos habían venido al mundo, en suma? Pues dieciocho millones: más gente de la que vive en Valencia, Cataluña y Baleares en conjunto ¡Y en un año! Este, por cierto, es el año del gallo de fuego y, como le recordaba María Antonieta a su marido, un gallo es capaz de hacerlo muchas veces en un solo día. Siempre que pueda cambiar de gallina, le recordaba don Luis XVI. Los guarismos de natalidad y población, de comercio y deuda externa, me producen el mismo vértigo que los datos de la cosmología y la deriva de las galaxias: no hablo su idioma, aquí se está bien, etcétera. Los chinos quizás no propagan la superpoblación, sino el modo de hacerle frente.

Mientras tanto, ha ocurrido algo aún más prodigioso: los chinos han sido sustituidos por gente más barata, los robots. Parecía imposible algo así: más barato que un chino (y un niño gratis). Se diría que los costes de amortización favorecían al asalariado pero, al final, los robots ya no son de acero saguntino, sino de plástico, hojalata y silicio y van tirados: aumenta la productividad, más del doble, y se reducen los errores. Robot, en checo, era el tiempo de trabajo duro que el siervo entregaba al señor. O sea, un esclavo. También era un esclavo el golem que un rabino de Praga puso en pie a partir de un conjuro y materia inerte. Y Kafka era checo y son propias de Kafka las cosas kafkianas o puede que el escritor sólo fuera un médium y que lo kafkiano ya existiese, o que Chequia sea mucha Chequia incluso sin Eslovaquia, no sé.

Al final todo se arregla (con nosotros o sin nosotros) y hay que resistirse a la tentación de alumbrar distopías que están al alcance de cualquier escritor de ciencia ficción, incluso de uno malucho. No era la técnica, tontos. Los cachondos de la revista satírica El Garrofer se inventaron un estudio de la fundación John L. Amherst, con sede en Chicago, que concluía: «Ser imbécil mejora las relaciones sociales y la productividad». Algunos se lo han tomado en serio y lo han reproducido en sus medios. O sea, que nos lo estábamos temiendo.

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