Oh, si estuviésemos tan unidos como

lo han estado siempre los catalanes,

como lo están ahora los valencianos, otro gallo nos cantara!

Teodor Llorente i Olivares (Discurs d´Elx, 1908).

Si la Comunitat Valenciana no ejerce el papel que le corresponde en el conjunto español, el Corredor Mediterráneo seguirá siendo una quimera. Para que el Corredor Mediterráneo ferroviario sea posible hay que consolidar el Eje Mediterráneo. El encuentro empresarial celebrado esta semana en Tarragona es parcial si se queda sólo en transporte e infraestructuras. El tren evidencia un retraso secular por falta de voluntad política. El concurso de los políticos es ineludible. No es casual que el trazado de ferrocarril más estratégico y rentable para los intereses españoles, especialmente para catalanes y valencianos, siga sin presupuesto ni plan de ejecución. El corredor ferroviario para mercancías, motivo de las últimas reivindicaciones, deberá ir precedido del tren de alta velocidad (AVE) para pasajeros y de un plan de infraestructuras por carretera que incluya la previsión de capacidad en las circunvalaciones -el área metropolitana de València está próxima a la saturación-. El estancamiento «sine die» del desdoblamiento de la carretera N-332 en A-31 es una trampa para los usuarios, un estrangulamiento del transporte rodado y la condena, para los valencianos, de pagar un «impuesto añadido» en peaje, en seguridad y en dinero. Sin olvidar la cerrazón política para resolver el acceso ferroviario a la ciudad de València, todavía sin Parque Central o la sinergia deseable entre los puertos estratégicos -València, Barcelona, básicamente- dependientes del Ministerio de Fomento, que resolverá el presidente de la APV, Aurelio Martínez, camino de Aragón hacia el túnel de Canfranc.

Toda reivindicación de infraestructuras requiere compromiso político. Son los políticos quienes deciden los presupuestos públicos. Para los valencianos la denuncia del déficit en infraestructuras que padecemos, pasa por alianzas con nuestros vecinos -catalanes, de Baleares, murcianos, aragoneses y andaluces- y se complica con la escalada soberanista que vive Catalunya. Es la inoportunidad que ha conducido al centralismo español a situar en el tiempo las problemáticas y las injusticias territoriales, según sus prioridades y nunca en el contexto de las urgencias de la periferia peninsular, que forma parte de España sólo cuando les conviene. La efervescencia de reclamaciones y desplantes llega tarde y mal si se pretende un remedio inmediato. Veintisiete años de retraso en el caso de la ausencia de un trazado de ferrocarril de alta velocidad (AVE) que conecte Alicante con la frontera francesa por la costa mediterránea. En 1989 la Cámara de Comercio de València elaboró un costoso estudio para avalar su idoneidad en nombre de la Comunitat Valenciana. Ese mismo año, en la cumbre empresarial de Orihuela, se consiguió el respaldo del president Joan Lerma. El esfuerzo no sirvió para casi nada. Ni AVE, ni mejora de infraestructuras, ni respaldo del gobierno español, entonces de signo socialista. Una vez más el objetivo estuvo viciado por la miopía política. Ni el Partido Popular con la ascensión de Pedro Agramunt derribó a Joan Lerma ni se consiguió la revitalización económica del País Valenciano a medio y largo plazo.

En 2017 la singladura es diferente, quizás más angustiosa, por las graves dificultades que comporta la infrafinanciación de la CV y la divergencia entre las prioridades políticas del gobierno español del PP, presidido por Mariano Rajoy y la problemática acuciante de la Generalitat -respaldada por PSPV, Compromís y Podemos-, presidida por Ximo Puig. El contencioso catalán complica el panorama, cuyo desenlace tendrá que ser integral y político para el Eje Mediterráneo. Vicent Ventura no se cansaba de repetir que mientras los naranjeros pensaran sólo en sus naranjas, los zapateros en sus zapatos, los azulejeros en sus ladrillos, los hoteleros en sus pernoctaciones, los del metal en sus manivelas, los comerciantes en sus supermercados, y los del transporte en sus camiones, no sería posible encontrar una salida para el progreso de los valencianos. Hay que incluir en esa lista el panorama cultural, la lengua, las instituciones, las entidades intermedias de la sociedad, las universidades, los sindicatos y los ciudadanos que sufren.

El Corredor ferroviario forma parte del Eje Mediterráneo. Depende de la superación de barreras políticas que bloquean la interacción económica de la Comunitat Valenciana con Baleares y Cataluña, que suponen entre el 25 y el 30 % del conjunto español en población, riqueza (PIB), comercio exterior, superficie, internacionalización o cooperación empresarial. El Corredor será Eje Mediterráneo o no será.