Hoy, Ecuador se enfrenta a sus elecciones presidenciales. De entre todos los factores que están en juego, el de mayor envergadura será el del dilema de refrendar el legado de Rafael Correa al frente del proceso político llamado Revolución Ciudadana o el final del mismo. El principal factor diferencial con respecto a las anteriores elecciones es que el propio Correa ya no concurre, tomando el testigo del movimiento oficialista Alianza País el carismático exvicepresidente Lenin Moreno, quien pese a liderar todas las encuestas a casi veinte puntos del seguno aspirante (el neoliberal Guillermo Lasso), corre el riesgo de no reeditar las amplias mayorías que Correa cosechaba, avocándose a una segunda vuelta que dé pie a unificar el fragmentado voto de la oposición.

Haciendo balance de su legado, si nos centramos en el análisis de los índices económicos del país, el saldo es positivo debido, fundamentalmente, al esfuerzo que se refleja sobre todo en el campo de las infraestructuras del país, el aumento de la calidad de la educación superior y el fortalecimiento de la institucionalidad del país (quizás con un problema de sobredimensión pero robusta ante la precariedad anterior). Y todo ello pese a que la crisis del petróleo ha supuesto un descenso de más de cuatro puntos en el peso del PIB y el cúmulo de catástrofes y fenómenos naturales adversos (terremoto de 2016 o El Niño en 2014).

En el mercado laboral se observa un significativo aumento del salario mínimo que no ha supuesto un problema a la hora de ver elevados los índices de trabajo adecuado, sobre todo en las rentas medias y medias bajas y que ha afectado positivamente en los ámbitos tanto rurales como urbanos (estos últimos quizás bajo la influencia de un desproporcionado aumento del empleo público que ha supuesto el verdadero repunte del consumo).

Pero las cifras sobre combate de la pobreza y la pobreza extrema puede que sea la cifra que mejor resume el impacto de dicho proceso social y político en el país. Con una reducción de más de 12 y casi 7 puntos respectivamente: reducción de brecha de género, de la brecha racial (donde el factor de las poblaciones afro e indígenas son determinantes) y de la brecha entre el mundo rural y urbano.

A nivel educativo, las cifras también nos ofrecen un balance positivo con un aumento de 20 puntos (del 47 al 67 %) de la población que termina el Bachillerato, de 6,5 puntos entre aquellos que obtienen un título profesional y el aumento en 28 puntos de la probabilidad de obtener el bachillerato en el segmento indígena y rural.

La lectura desde Naciones Unidas también es positiva, y en su informe de 2016 valora positivamente el avance en derechos humanos con algunas recomendaciones en materias de igualdad de género y protección de los derechos de los homosexuales y en el campo penitenciario. Aún así, la campaña electoral se ha empañado ante el destape de ciertos casos de corrupción que han servido para agitar a la dividida oposición. Corrupción que el mismo Correa ha admitido, y que dista de lejos con los casos que acompañaron al país durante los períodos anteriores.

El avance humano, económico y social que deja como legado Rafael Correa es la mejor baza a jugar, así como demostrar que se podía llevar a cabo un proceso de profunda transformación sin el fantasma de la violencia política tan habitual en la historia de la región. Es el momento de que los ciudadanos de Ecuador decidan si se debe dar carpetazo a esa revolución o si debe continuar.