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La Virgen de "las mujeres agravadas en sus partos con dolores"

Los amantes de pasear la ciudad, al llegar a Campanar descubren las esencias vivas de lo que es un pueblo que se resiste heroicamente a fenecer en las feroces fauces de la especulación urbana. Repentinamente en el lento caminar surgen sorprendentes sus recoletas y silenciosas calles, sólo acariciadas por el tañido cariñoso y gozoso de las campanas de su esbelto campanario.

Campanas que revolotean alborozadas en estos días saludando a su Patrona en sus días grandes. Es conocida oficialmente como Virgen de la Misericordia, pero que el soberano pueblo por su real gana le ha llamado siempre de Mare de Déu de Campanar en atención a su topónimo histórico, homenaje a la que ha sido siempre fértil -gracias a los limos de las inundaciones del Turia y de las acequias de Rascaña, Mestalla y Tormos- campiña, campus, campania o camparius, nombre que los escribanos de Jaime I asentadores del Llibre del Repartiment en su lingüística militar de guerra transformaron iletradamente en campanarius, a pesar de que visigodos y árabes respetaron y conservaron en su pureza romana.

Fue la joya de la corona este lugar por la riqueza de sus huertas, numerosas alquerías y molinos, pinares -de donde salía la madera para hacer los palacios de la ciudad, entre ellos el de las Cortes Valencianas- y moreras, perteneciendo al Real Patrimonio. Buena parte de los molinos incautados a los moros fueron donados al convento de monjas de la Zaidía.

Gracias a la Constitución de La Pepa logró independizarse de la ciudad de Valencia a la que estaba sometida en el año 1836, viviendo como municipio propio hasta la funesta fecha del 6 de julio de 1897, en que los políticos de nuevo se empeñaron en anexionarla por la fuerza a la capital.

Tres cuartos de lo mismo le pasaba al pueblo en lo religioso, pues eclesiásticamente dependían de la parroquia capitalina de santa Catalina mártir, de la que se libraron mucho antes, el 6 de septiembre de 1507. La capilla de la alquería de los Valeriola servía de centro religioso de esta huerta y en ella era la Virgen de la Misericordia pintada sobre una tabla. Sobre el solar del ermitorio se alzó la actual iglesia y un 19 de febrero de 1596, durante las obras de excavación de los cimientos, dentro de la tumba de un eclesiástico, los trabajadores hallaron una imagen de alabastro -4 decímetros de altura y 21 kilos de peso- de la Virgen con el Niño en brazos , «de excelente factura», dice Sanchis Sivera, aunque vestida con manto de brocado, considerada «muy milagrosa» por Miguel Gimeno, y definida como el «más rico y celestial tesoro ,?y aplaudida» en palabras de Bartolomé Combes.

La imagen tiene una notable oquedad en su espalda, fruto de las numerosas raspaduras que se le ha hecho a lo largo de la historia para obtener un polvillo que ingerían las embarazadas a fin de tener una buena gestación, costumbre que ha dejado de practicarse por razones obvias y para no acabar con la destrucción de la imagen. Sus antiguos Gozos en valenciano fueron desafortunadamente traducidos al castellano: «Mare del que no te par, de tot lo mon advocada, sou Mare intitulada, la Verche de Campanar».

Y en ellos se recuerda que «Las mujeres agravadas/ en sus partos con dolores,/ buscando vuestros favores,/ luego se ven alumbradas,/ quando con fe esperanzadas,/ os procuran invocar,/ sed para todos consuelo,/ o Virgen de Campanar».

No todo es religioso en estas fiestas, van a encontrar desde porrat hasta Moros y Cristianos, pasando por la Fireta del Llibre en Valencià, una movida festera organizada a partes alícuotas por los clavarios de la Virgen y el experto en fiestas y radiofonista televisivo Miguel Ángel Bustos, quien, cuando no las cuenta, las protagoniza, como Pigmalión.

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