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CVMC: ¡qué gran culebrón!

Se pueden decir muchas cosas de los firmantes del pacto del Botànic; pero nadie puede negarles que tienen sentido del espectáculo. Y pocas veces dicho espectáculo ha alcanzado cotas más altas que en las últimas semanas, en el proceso de elección del Director General de la Corporació Valenciana de Mitjans de Comunicació, la nueva radiotelevisión pública valenciana. Dicho proceso ha durado meses y ha tenido todos los ingredientes que cabría exigir a una narración capaz de atrapar al espectador: emoción, incertidumbre, sorprendentes giros argumentales, y un final a la altura. Bien es cierto que el asunto interesaba más bien a poca gente; pero la mayoría de los interesados estaban completamente cautivados por la inventiva de los productores. Y eso, en una época en la que cualquier televisión no tiene otro remedio que buscar nichos específicos de audiencia, no es algo en absoluto despreciable.

No cabe ninguna duda: si la programación de la nueva CVMC es la mitad de interesante que el proceso dedicado a escoger a su director general, la audiencia responderá. Ha sido una pena, de hecho, que no estuviera ya en funcionamiento la CVMC para ofrecer una programación especial ad hoc.

El antológico final del asunto llegó este jueves, con una reunión maratoniana del Consejo Rector de la CVMC, que tras nueve votaciones se decantó por la corresponsal de TV3 en la Comunidad Valenciana, la periodista Empar Marco. Se quedó a las puertas del nombramiento el productor televisivo Josep Ramón Lluch, empatado a votos con Empar Marco hasta que se produjo el desempate en la votación decisiva. El tercer candidato, el corresponsal de La Vanguardia Salvador Enguix, había quedado descartado tras las primeras votaciones.

Si la principal debilidad de Lluch era su pasado (sus producciones audiovisuales, en ocasiones inscritas en el ámbito de la telebasura), y la de Enguix su ausencia de pasado (es decir, su escasa experiencia en el sector audiovisual), la de Marco no tiene que ver con su capacitación ni sus realizaciones previas, sino con la empresa de la que procede: TV3. Y no porque sea una televisión respecto de la que quepan dudas en lo que se refiere a la calidad de su programación (al menos, si comparamos con el promedio en España), sino porque es la TV pública catalana. Y ya sabemos en Valencia lo que esto significa en determinados sectores sociales. Nombrar a la corresponsal de TV3 implica asumir el riesgo, muy real, de que algunos se pongan a agitar el fantasma del catalanismo. Un proceso que, de hecho, ya ha comenzado, pues cierta «caverna» conservadora se ha complacido en anunciar el inminente advenimiento «dels Països Catalans».

Desde mi punto de vista, esa, podríamos denominar, «debilidad de origen» de la candidatura de Marco es más aparente que real. Los tiempos han evolucionado desde los años 80. El peso del «blaverismo», y la capacidad del anticatalanismo para influir en la opinión pública con este tipo de campañas, es residual. Y lo es, de hecho, gracias al PP, que fue el partido que desactivó el conflicto por la vía de integrar a los dirigentes de Unión Valenciana en su seno y a continuación apropiarse de sus votantes. Y también es el partido que obtuvo mayorías absolutas a lo largo de sucesivas elecciones, instaurando una hegemonía conservadora que demostró con claridad que el proyecto dels «Països Catalans» no tenía apenas apoyo social y pertenecía al reino de lo quimérico.

Pero, aunque el «problema» del supuesto catalanismo de Marco no sea real, el reto que tiene delante sí que lo es: no va a ser nada fácil que el proyecto de la CVMC salga adelante con éxito. Ni las condiciones económicas, ni las mediáticas (la capacidad para generar flujos de audiencia que demuestren la viabilidad del proyecto), ni siquiera las políticas (es una candidata apoyada por la izquierda, pero no por los partidos conservadores) auguran un camino de rosas para la nueva Directora General. Así que sólo cabe desearle mucha suerte. Porque contar con medios de comunicación públicos, para una sociedad como la valenciana, no es sólo conveniente; es imprescindible.

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