Hoy 27 de febrero, la Infantería de Marina española cumple el 480 aniversario de su fundación oficial por el emperador Carlos I. Ello motiva diversas celebraciones en las que concurren la Comandancia Naval de Valencia, representaciones de los ejércitos y antiguos oficiales e infantes que sirvieron en sus filas. La pertenencia al cuerpo imprime carácter indeleble como los sacramentos, un compromiso de servicio a España y a la Armada que no caduca ni envejece.

La Infantería de Marina es parte inseparable de la historia de España. Sus antecedentes se pierden en la bruma de los tiempos. El emperador romano Galva ya contaba con una legión, la Adjucta II, incorporada permanentemente a la flota, para acudir presta a las zonas conflictivas de su vasto imperio. Era una legión hispana.

Los reyes visigodos tuvieron que realizar desembarcos en el norte de África a fin de prever y evitar intentos de invasión. En la Reconquista, el desembarco en la retaguardia en la batalla del Salado y la toma de Sevilla por el almirante Bonifaz, tuvieron una repercusión decisiva. Alfonso X incorpora «homes de guerra» a la flota que han de ser «recios, ligeros y usados de la mar» que dominan durante dos siglos el Mar del Norte.

En Aragón son célebres los almogávares, fuerza de choque que dominó el Mediterráneo. Dos de sus caudillos -Roger de Lauria y Fernando Ximenez de Arenoso-, tuvieron relación con Valencia. El primero porque murió aquí. El segundo porque aquí nació. Con razón pudo decir el poeta: «Ni su escamado lomo, los peces mismos asomar se atreven si las armas de Aragón no llevan».

Los Reyes Católicos crean dos tercios de homes de guerra «para luchar en la mar y en tierra». Colón los lleva en las naos del descubrimiento.

Carlos I establece las compañías viejas de la mar de Nápoles, ordenando su incorporación permanente a las galeras, lo que supone la fundación legal de la Infantería de Marina, que es así la más antigua del mundo. En la batalla de Lepanto intervienen ya los tercios. Al viejo de Nápoles pertenece Miguel de Cervantes Saavedra, el primer mutilado de nuestro heroico cuerpo. Una vez más, España salva a Europa del islamismo. Basta considerar la diferencia de desarrollo y de libertad de ambas zonas, para valorar el resultado de su esfuerzo. El marqués de Santa Cruz pudo decir: «El fiero turco en Lepanto y en la tercera el francés y en todo mar el inglés tuvieron al verme espanto».

Más tarde, la Infantería de Marina se desangra con gallardía y valor insuperable al servicio de España. Intenta mantener su imperio y su integridad, pese a la desidia e ineptitud de sus gobiernos. En América, Cartagena de Indias (Blas de Lezo y 400 infantes), Sacramento, Cuba, La Habana (la gesta del Morro), Santiago de Chile, Daiquiri, Salomey, Buenos Aires, Taluca, Acambano, el Callao, Guantánamo€ En Filipinas, Balanquiqui, Jale, Cavite (90 infantes tienen 65 bajas), Luzon, Tonkil, Parama, Mindanao, Cebu€Después, la guerra de Independencia, las carlistas, la de África, la civil€ Ahora en Bosnia, Afganistán, Irak, Líbano, Haití€

Todo ello explica la constelación de laureadas y medallas militares: Mas, Ambrosio, Ristoli, Comte, Roma, Albacete, Cancela, Lois (cabo del crucero Baleares) o las colectivas de Tolosa o Castro Urdiales€

Así seguirá como baluarte de España, el «puño de hierro de la Armada», con sus particulares ordenanzas de 1886, que le confieren el honor de ser siempre la vanguardia en el ataque y la última retaguardia en la retirada y de exigirse ser valientes por tierra y por mar. Le es de aplicación plena el poema de Eduardo Marquina: «Ni el bien le asombra, ni el desdén le hiere/valiente, decidido y abnegado/obedece, pelea, triunfa o muere». Una actitud que llega a ser estilo de vida, pues «en paz o en guerra, en calma o en tormenta, hay que navegar».