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La monarquía pasa página

Entre el lejano día en el que una principiante e inexperta Princesa Letizia fue sorprendida por los puntillosos cronistas de palacio con un imperdible puesto de cualquier manera para sujetar su banda al vestido en un acto oficial y la reciente cena de gala en la que la Reina de España lució algunas de sus mejores joyas para recibir a la pareja presidencial argentina hay un trecho muy largo y muchos cambios

Entre el lejano día en el que una principiante e inexperta Princesa Letizia fue sorprendida por los puntillosos cronistas de palacio con un imperdible puesto de cualquier manera para sujetar su banda al vestido en un acto oficial y la reciente cena de gala en la que la Reina de España lució algunas de sus mejores joyas para recibir a la pareja presidencial argentina hay un trecho muy largo y muchos cambios. Uno salta a la vista, la princesa ya es reina. Otro, que la situación ha dado un vuelco muy grande en Zarzuela con unos Reyes de España aferrados al trono, y de qué manera, que han dicho un "aquí estoy yo" de la forma que mejor tienen (la única se podría decir) las monarquías parlamentarias como la española: exhibiéndose en todo su esplendor y desplegando el protocolo que manejan en la casa para los grandes actos.

Coincidencia o no, el presidente Mauricio Macri y su guapa y elegante esposa Juliana Awada aterrizaron de visita oficial en España precisamente en la semana en la que el "caso Nóos" llegaba a su fin y el destino judicial de la Infanta Cristina e Iñaki Urdangarín se desvelaba después de largos años de disgustos, sinsabores, desplantes, broncas y jaleos. Macri y Awada fueron la excusa perfecta para que los Reyes de España dieran un paso al frente. Porque si alguien pensaba que la monarquía había hecho una sonada transición en 2014 cuando Juan Carlos I abdicó y fue proclamado Felipe VI, a buen seguro que dentro de un tiempo los últimos días de febrero de 2017 serán recordados como la fecha en la que Felipe y Letizia pasaron página, y a lo grande: pisando la calle, marcando territorio y atreviéndose, incluso, a introducir cambios en las formas de trabajar y recibir en palacio.

El viernes 17, mientras Urdangarín y la Infanta conocían la decisión de las jueces, los Reyes lucían su mejor sonrisa y saber hacer en el Museo Thyssen, donde inauguraron una exposición y se dieron un baño de masas. Lo mejor estaba por venir con la llegada el martes 22 de Macri y Awada, a los que recibieron en el Palacio Real, en pleno centro de Madrid, y no en El Pardo, más a desmano, por decisión de Felipe VI, en su objetivo de acercar este tipo de actos a la ciudadanía, según explicaron en Zarzuela.

Asuntos de Estado aparte, inevitable fue la comparación de ambas mujeres y su estilismo en un encuentro que algún periódico argentino llegó a titular en su portada "Juliana y Letizia, el duelo del siglo". La Reina dio muestras de estar suelta, en su salsa, cómoda y, por qué no, feliz y segura. Cuando los Duques de Palma aguardaban en un suspiro si Urdangarín debía o no ingresar en prisión, los Reyes paseaban por la feria Arco ejerciendo de anfitriones para los Macri, a los que tenían reservada una cena de gala como las que apenas se recordaban. Porque en la noche del jueves 23 la monarquía brilló con fuerza gracias a su rey y a su reina, quizás ya aliviados por el penúltimo zarpazo del "caso Nóos" (la Infanta absuelta y su marido a buen recaudo en Ginebra, libre de la cárcel que le ha caído en la sentencia hasta que el Supremo resuelva).

Para esa noche Letizia eligió, por fin, las "joyas de pasar", un conjunto que creó la Reina Victoria Eugenia para que lucieran las futuras Reinas de España. Doce piezas históricas que ya han pasado por la Condesa de Barcelona, por Sofía y ahora por Letizia, que eligió para su puesta de largo la tiara de la flor de lis -símbolo de los Borbón-, las llamadas "pulseras gemelas" y un par de pendientes -los mismos, coincidencia o no, que llevó la Infanta Cristina el día de su boda-. Precisamente desde su matrimonio, en 2004, recogen las crónicas que Letizia no se había puesto una diadema del joyero real, ahora abierto de par en par, igual que el patio de armas del Palacio Real para recibir a los Macri.

La banda que llevó en la cena, por cierto, era la de la Orden del Libertador San Martín, concedida a la entonces Princesa de Asturias en 2009 por la entonces presidenta argentina Cristina Kirchner. Para sujetarla esta vez no tuvo que echar mano la Reina de un imperdible, sino que la llevó bien segura con otra joya, pero ésta propia: el broche de la "tiara Princesa" que le regaló su marido por un aniversario de boda.

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