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Podemos y la prensa

Hubo un tiempo, nada lejano, en que Esperanza Aguirre les pedía cuentas a los responsables de Telemadrid como una señorona que trata de imponer obediencia y respeto. Nadie parecía chistar en la Asociación de la Prensa de Madrid. Por no hablar de Canal 9, que inventó el debate entre quienes ya estaban de acuerdo y que tenía casi en plantilla a varios opinantes madrileños destacados por su desvergüenza, falta de equilibrio y ranciedad. Ni cuando el ministro que vestía virgencitas envió a la policía a la redacción (digital) de Público. Más o menos como ocurría con los contenciosos de Zarzalejos en ABC y de Pedro Jota en El Mundo, ambos decapitados sin que en la APM nadie pulsase el botón de auxilio y amparo que ahora se ha disparado con las supuestas presiones de Podemos.

Creo que a Podemos hay que vigilarle como a cualquier otro partido, sobre todo si pretenden asaltar el cielo (sin asegurarse, antes, de que estén abiertas las farmacias). Las asociaciones profesionales deben salir al paso de coacciones contra la libertad de expresión, incluida la ley mordaza, que creo que ya lleva años vigente. Y contra ese proceso que ha convertido la prensa (escrita) de Madrid en irrelevante, maleducada y sectaria de modo que, de los dos o tres grandes diarios nacionales de antaño, queda uno y está en Barcelona. Se llama La Vanguardia y constituyó una especie de consorcio con otras cabeceras europeas que se pueden leer sin producir sonrojo: Le Monde, La Stampa, The Guardian?

Podemos, en su actual formato, puede jugar un papel saludable, cuando PP y PSOE han creado una sociedad de socorros mutuos dispuesta a servirse de los órganos arrebatados aquí y allá para apuntalar su manifiesta decrepitud. Pero no tiene inmunidad. En este y, probablemente, en cualquier país, la gente siente más fácilmente el amor a los colores que el anhelo de libertad, que siempre cuesta dinero, exige esfuerzo y no es especialmente apreciada por el público ni por muchos periodistas. O las tres cosas. El resto es publicidad y se gestiona en otro despacho.

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