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PSOE y PSC acotan su terreno político

Alguien ajeno al origen del actual período negro del socialismo español tendría que llegar casi hasta el final del documento "Por un fortalecimiento de las relaciones PSOE-PSC" para conocer el detonante del desencuentro entre dos partidos que durante casi cuatro décadas mantuvieron un complejo vínculo de hermandad y autonomía. Con el afán de concreción que recorre el texto, para evitar todo resquicio a las interpretaciones, el escrito especifica que "ambas organizaciones reconocen al Comité Federal como único ámbito de decisión en relación con la investidura del presidente del Gobierno". A partir de ahora, los socialistas catalanes quedan sin el amparo formal de su entidad orgánica propia para romper, como hicieron sus diputados el 29 de octubre pasado, la disciplina de grupo y rechazar la designación de Rajoy como jefe del Ejecutivo.

El acuerdo firmado por Javier Fernández como presidente de la dirección provisional del PSOE y el secretario general del PSC, Miquel Iceta, evita toda alusión a la honda herida que pretenden cerrar. El documento se presenta, en su preámbulo, como un desarrollo y actualización del protocolo de unidad que ambos partidos suscribieron en 1978, en plena transición política. Los pocos más de cuatro folios son el resultado de tres meses de trabajo de la comisión bilateral de las dos organizaciones, que queda consagrada como una instancia de mediación y solución de posibles discrepancias futuras. El escrito delimita los espacios de decisión y determina que "corresponde al PSOE la definición de la posición política de los socialistas en los asuntos de naturaleza o relevancia constitucional, así como en aquellos cuya aplicación excede del ámbito territorial de Cataluña". La declaración es relevante cuando el modelo territorial se encuentra en plena discusión y PSOE y PSC ubican de forma distinta la "declaración de Granada", el esquema fundamental de su política autonómica que para los catalanes es un punto de partida mientras que para la organización que encabeza Javier Fernández constituye su referencia última.

El, ahora resuelto, desencuentro entre las dos organizaciones tiene un trasfondo histórico que pesa también en sus posiciones políticas. Mientras que el PSOE exhibe una larga trayectoria camino de los 140 años, el PSC es el resultado de un precipitado de organizaciones socialistas unificadas en la transición, con un fuerte componente nacionalista e incluso con lejanos herederos de la arraigada tradición libertaria catalana. Los socialistas catalanes mantienen viva esa singularidad pero justifican en la polarización del debate político derivado de la irrupción del soberanismo su defensa de un margen de maniobra propio, que les sirvió para mantener hasta el último momento su rechazo a la investidura de Rajoy y ahora queda sujeto a los términos del nuevo acuerdo.

En algún momento de la celebración del restablecimiento de la hermandad, el afán por cerrar la herida se convirtió en negacionismo y, tanto Iceta como Fernández, coincidieron en descartar que en los últimos cuatro meses ambos partidos hubieran estado al borde de la ruptura. Sin embargo, en los momentos más tensos de la crisis entre hermanos quedó constancia de que esa quiebra podría tomar forma en la exclusión de los catalanes del proceso para elegir al líder del PSOE. Ahora, el acuerdo cauterizador establece una fórmula particular de participación de los afiliados del PSC en esas votaciones internas, consistente en su incorporación a un censo específico válido tanto para las primarias como para el congreso federal de junio. El censo deja en evidencia la merma de la fuerza catalana, reducida a algo menos de 14.000 militantes con el pago de sus cuotas al día, de los que sólo 9.000 participaron en la elección interna de diciembre. El PSC, inicialmente alineado con el ex secretario general Pedro Sánchez, muestra ahora una posición neutral respecto a los candidatos de las primarias del PSOE.

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