Con las dudas de Susana Díaz sobre si anunciar o no su candidatura a la Secretaría General del PSOE se acrecientan las opciones de Pedro Sánchez gracias a la ventaja que le otorga su claro mensaje socialdemócrata y una firme voluntad de liderazgo. Tal vez pensó la presidenta andaluza que su elección como secretaria general se iba a producir por aclamación y, por tanto, sin tener que someterse a la decisión electoral interna del partido. Además, desde hace dos años destacadas voces del establishment socialista tratan de convencerla para que se presente a la primarias, pero Díaz no acaba de decidirse. ¿Por qué?

Las encuestas publicadas en las últimas semanas y, con toda probabilidad, las internas de la gestora socialista, sitúan a Susana Díaz en tercer lugar tras Pedro Sánchez y Patxi López. Esto no es más que el resultado del diferente camino que hace años emprendieron los dirigentes del partido y las bases socialistas, que forman un reducto de incondicionales y que no olvidan ni las políticas del Partido Popular en la anterior legislatura ni su beligerante actitud contraria a cualquier acuerdo durante el segundo mandato de José Luis Rodríguez Zapatero.

Susana Díaz quiere mantener su aura de ganadora de elecciones que tanto promocionan sus partidarios y ella misma pero, en realidad, dista mucho de ser la líder que sus defensores y auspiciantes tratan de construir. Crecida políticamente al amparo de Chávez y Griñán, sus discursos denotan falta de formación y poca experiencia vital. En política desde los 17 años, no ha tenido otra profesión ni trabajo conocido distinto de la política, algo que la condiciona a la hora de presentarse como conocedora de los problemas de la parte de la sociedad española que dice defender. Si a ello sumamos que no habla ningún idioma nos encontramos con uno de los problemas que viene arrastrando el partido socialista desde hace años: la existencia de una red de cargos en el partido que ante cualquier movimiento interno no pueden evitar pensar primero en su situación personal, revolviéndose contra los inevitables cambios que antes o después entrarán de lleno en la política española.

Muchos simpatizantes y afiliados socialistas no entendieron porqué mientras en varias comunidades autónomas el PSOE pudo pactar con Podemos para desbancar al Partido Popular se impidiese a Pedro Sánchez hacer lo mismo para conseguir el Gobierno de la nación y mucho menos entendieron aquel bochornoso Comité Federal que terminó con la dimisión de Sánchez en medio de gritos e insultos y en el que Susana Díaz fue incapaz de explicar su voluntad de abstenerse en la investidura de Mariano Rajoy. Guste o no a los actuales dirigentes socialistas representados en una gestora de dudosa legalidad de acuerdo con los estatutos socialistas, Podemos es un partido que ha llegado a la política española para quedarse y si en España la izquierda quiere algún día volver a gobernar algo más que alcaldías y comunidades autónomas de manera temporal, ambos partidos tendrán que formar alguna clase de alianza con voluntad de perdurabilidad.