Veinte años son muchos pero sigue en la memoria televisiva de este país, no solo de los valencianos. Traspasó nuestras fronteras y llegó a verse en diferido en Telemadrid (hasta 2001), en Canal Sur (solo unos meses), Antena 3 Internacional, Vía Digital y en unas 17 emisoras locales de media cada temporada. Ibas a Lanzarote, ponías la tele del hotel y allí estaba «Tombola». Y en Badajoz, Santander, Bilbao, Guadalajara, Córdoba, Campo de Gibraltar... En Televisio?n Azteca de México lo adaptaron y estuvo en antena un par de años. Además, los espacios de zapping de moda repetían los mejores momentos una y otra vez, lo que aumentaba su imagen polémica aunque en realidad no lo fuera tanto.

En siete años, ocho meses y una semana, 383 emisiones de 4 horas de duración aproximadamente, pueden contarse una decena de escenas consideradas «escandalosas», incluido el «Que te calles Karmele». Pero empezó un 13 de marzo de 1997 -seis meses antes que «Crónicas Marcianas»- con lo que nadie hubiera imaginado -entonces- en un guion: la espantada de Chábeli Iglesias que recordaba ayer en estas mismas páginas nuestro gran Ximo Rovira, el testigo más próximo, sentado junto a ella, que siempre fue el ancla valenciana del formato que marcó un antes y un después en la crónica rosa en la televisión española. Desde ese primer día soportó el sambenito de «paradigma de la telebasura», como esta semana señalaban numerosos diarios, revistas y programas de televisión nacionales al recordar el vigésimo aniversario del nacimiento de «Tómbola».

Su pecado era grave aunque no era culpa suya. Nació en el lugar equivocado, una televisión pública empeñada en conseguir buenas cifras de audiencia compitiendo con las privadas alejándose de los criterios marcados en la ley de creación de la entidad pública. Un escenario que le convirtió en arma arrojadiza entre políticos de distinto signo. No fue el primer programa de RTVV convertido en noticia pero sí el más recurrente.

Josep Ramon Lluch, uno de los candidatos que llegó a la terna final para dirigir la nueva televisión pública valenciana À. -si nadie lo remedia- contaba en una entrevista cómo el «Carta Blanca» que presentaba era lo peor para los políticos del PP que pedían su retirada de la televisión de Amadeu Fabregat. Cuando Eduardo Zaplana llegó a la presidencia de la Generalitat y con él José Vicente Villaescusa a la dirección general de RTVV, le cambiaron el nombre. Entonces eran los socialistas los que pedían su eliminación.

Fue precisamente en un «Parle vosté, calle vosté» dedicado a la vida de los famosos donde surgió la inspiración, según cuenta el productor de ambos espacios, Ángel Moreno, en su libro La vida es una tómbola. Allí estaban Carlos Dávila (¡!), el padre Apeles y Jesús Mariñas. Consiguieron un 48,3 % de cuota de pantalla. El director de Canal 9, Jesús Sánchez Carrascosa, le llamó y le encargó un programa de famosos. Hasta le dio el título.

La tertulia de crónica rosa amplió el espectro de críticas porque fue atacada por todos, aquí y en Madrid. Recibió el primer apercibimiento del Consejo de Administración de RTVV a un espacio de la casa en octubre de 2000. Se instaba a la productora a seguir las reglas del buen gusto, cuidar el lenguaje y avisar a determinadas horas de que estaba recomendado para mayores de 18 años. Incluso se convirtió en un elemento de fricción en el seno del PP valenciano en la lucha por el control de la televisión pública después de la llegada a la Generalitat de Francisco Camps. El conseller de Presidencia Alejandro Font de Mora afirmaba que al modelo de Canal 9 le quedaban horas y manifestaba su deseo de una televisión autonómica que siguiera los pasos de la BBC. Pedro Garci?a, en sus primeras declaraciones en las Cortes, anuncio? que los programas que atentaran «contra el buen gusto y el decoro» no tendrían cabida en Canal 9. El Consell anunciaba un proyecto de Ley del Audiovisual que incluiría medidas para prohibir la «telebasura». Con ellos se fue «Tómbola» y se alcanzaron cotas difíciles de superar de manipulación informativa en la cobertura del accidente del metro en 2006 o la no cobertura del caso Gürtel en la Comunitat Valenciana.

Centrado en asuntos alejados de la agenda pública, se convirtió en generador de conflicto político a propósito de la cadena que lo emitía, una televisión autonómica; quién lo producía, una empresa externa, y cuá?les eran sus gastos, en especial, el salario de los invitados, ya que «To?mbola» fue el primer programa que traslado? a la pantalla el pago de exclusivas tí?pico de la prensa rosa. Sin embargo, como explicaba ayer Ximo Rovira, nunca los valencianos pagamos a Alessandro Lecquio o Antonio David Flores de nuestro bolsillo, porque el programa era rentable: costaba 17 millones de pesetas y generaba 50 por publicidad y derechos de emisión.

También fue el primero que prescindía del estilo noticiario para adaptar el talk show a las peculiaridades de este clásico contenido, fundamentado en la entrevista. Copiado hasta el milímetro, «Tómbola» fue un formato innovador en una cadena inadecuada con un problemático asunto de fondo que ahí sigue: la función y gestión de las televisiones públicas en España.