Salvo un regalo turístico de la America´s Cup, es poco probable que el Ayuntamiento de València presidido por Rita Barberá, hubiese tenido representación en la reunión del movimiento europeo de los hermanamientos, llevada a cabo en la isla griega de Rodas, en mayo de 2007, en el marco de la celebración de los 50 años de la firma de los Tratados de Roma; se contabilizaban entonces más de 30.000 hermanamientos, de los cuales el 40% era de ciudades alemanas y francesas. En la Declaración de Rodas se destaca el papel de estos acuerdos en la construcción de la UE y se ratifica para su futuro, con más debilidades y amenazas que hace 10 años. A ello hace referencia el artículo Hermanamientos en el siglo XXI, publicado en LEVANTE-EMV el 28/06/2015.

No hay noticias de un evento similar en la celebración de los 60 que se cumplen este año, pero sí de que el consistorio que preside Joan Ribó ha retomado el tema de los hermanamientos, equiparables a acuerdos marcos de colaboración (AMC) a sustanciar en convenios específicos. El tema se activó en los años 80 del siglo XX con Ricard Pérez Casado y Clementina Ródenas como alcaldes, y ha dormido en las gavetas oficiales desde que, con otros, se guardó el propuesto entre Cali y València, por el cual abogó infructuosamente el embajador de Colombia, Ernesto Samper, invitado especial a las Fallas de 1992.

En LEVANTE-EMV del 13/03/2017 se anuncia la visita de la concejala de Desarrollo Sostenible, Sandra Gómez, a la ciudad china de Chengdu -el Silicon Valley de Asia-, con una delegación empresarial y cultural de las universidades públicas y la Cámara de Comercio, para la firma del primer hermanamiento de la nueva época, uno de cuyos objetivos es la conquista de los mercados asiáticos. Con poco que objetar y mucho a saludar en esta iniciativa, que propiciará intercambios universitarios y transferencia de conocimiento y tecnología, cabe formular algunas preguntas desde la ciudadanía a ser recogidas, se espera, por los partidos que gobiernan la urbe. Por ahora, me permito plantear solo dos:

¿El Ayuntamiento de Valencia tiene una estrategia de hermanamientos que, en tal caso, debe ser conocida por propios y extraños, o sea, por las entidades públicas y privadas (universidades, empresas y colectivos ciudadanos) que en València y ciudades aspirantes (muchas, al parecer), tienen ideas, proyectos, procesos o productos que podrían sustanciar dichos AMC?

La pregunta tiene sentido en el caso de Cali, pues el pasado 29 de diciembre recibí una atenta carta de la señora Gómez, en la cual, conocedora de mis gestiones hace 25 años y desde 2015 como jubilado, me preguntaba por temas para el posible hermanamiento entre la capital del Túria y la sultana del Valle. Aunque es algo a acordar entre las administraciones, con Maurice Armitage como alcalde de Cali (con cuyo equipo contacté de inmediato), le respondí que hoy más que ayer, estaba convencido que los grandes temas eran Agroalimentación, Turismo y Cultura, con criterios de codesarrollo (no sólo de mercado) y de sostenibilidad (no sólo de palabra). Hace unos días presenté a ambas partes una propuesta en el sugerente marco de la Capitalidad Mundial de la Alimentación 2017 que ostenta València:

Que un/a investigador/a en Alimentos participe, en representación de Cali, en el Diálogo sobre Alimentación, Dietas Saludables y Sostenibilidad, en la UPV (en abril); y que el alcalde Armitage venga, en octubre, al Encuentro de ciudades firmantes del Pacto de Milán (van más de 150). Lo podría suscribir antes o después del hermanamiento con la ciudad anfitriona y de disfrutar una horchata con chufa de la huerta valenciana, con evocadoras reminiscencias de la avena caleña.

La segunda pregunta, relacionada con Chengdu, es de orden estratégico y parte de admitir la lícita hermandad competitiva entre los objetivos valencianos y chinos (conquistar los respectivos mercados): ¿Por qué tiene que ser el mercado el patrón que siga rigiendo los hermanamientos de una ciudad progresista con concejalía para el Desarrollo Sostenible? ¿Acaso no se corre el riesgo, señor Ribó y señora Gómez, de que terminemos bebiendo horchata con chufa de China mientras ofrecemos a los turistas asiáticos los restos momificados de nuestra huerta milenaria?