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La conversación

Había mucha policía el otro día en la ciudad. Mejor, así no me roban el bolso, pensé para mis adentros. Un día pensé para mis afueras y lo que me salió fue una oración subordinada que quienes iban a mi lado en autobús pudieron oír perfectamente. Me contestaron, claro. Menos mal que me apeaba en la siguiente parada.

Pero luego me dio remordimiento: yo había empezado una conversación de la que me había bajado y sin embargo ellos seguían con ella -con la conversación- metiendo interjecciones, más subordinadas, adverbios, acotaciones y hasta adjetivos preciosistas, que bien pudieron ser introducidos por un señor joven con elegante abrigo, que llevaba un periódico inglés bajo el brazo. Seguramente el distinguido pasajero llegaría a casa y prolongaría esa conversación, que en realidad era mía, con su señora que, ya por fantasear, podría ser una bella licenciada en Bellas Artes de atinada sensibilidad, poetisa inédita, que juzgó inteligente el asunto de la conversación. Yo no sé dónde estará ahora esa conversación, lo mismo ha llegado a Madrid o a Nantes o Jaén. Habrá llegado más lejos que el autobús, que ahora estará en las cocheras.

Yo no he llegado a nada. Ni andando ni en la vida. Pero al menos doy conversación. O las alumbro aunque luego me desentienda de ellas. Debería haber una inclusa, un orfanato para las conversaciones que la gente abandona en medio de la calle o en un autobús o en el campo. Mi sofá está lleno de conversaciones abandonadas que a veces se ponen a conversar entre ellas y forman un jaleo que no me deja ver la tele.

Una noche, viendo en el Discovery Channel un documental sobre alienígenas, noté algo en las posaderas y resultó ser una conversación en inglés que había dejado allí abandonada hacía una semana o menos. Era una conversación pequeña, onomatopéyica, torpona, igual que mi inglés. Me tumbé sobre ella y así logré extinguirla. Ni tiempo le dio a decir goodbye.

Hoy hay menos policías, pienso de nuevo y nuevamente para mis adentros. Escribir también es pensar para afuera, pero echo de menos que alguien, igual que hacen con las conversaciones, me termine el artículo. Alguna gente cree que los buenos finales son sólo para las películas o las novelas, pero los artículos han de tener también un buen remate. Y la gente se cree que uno lo lleva en el bolso.

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