La gestora del PP en la ciudad de Valencia languidece. Su presidente, Luis Santamaría, sólo ha conseguido para el congreso de su mentora, Isabel Bonig, 276 apoyos de los más de 7.000 militantes de la capital. Algunos, invalidados por llevar el nombre de Rita Barberá.

Los secretos de las tensiones internas permanecen, por ahora, bien guardados. Aun así, el malestar con la gestora por haber pasado de puntillas en la muerte de Barberá se masca en círculos del partido. Se intentó escenificar que soplaban nuevos vientos y que los viejos símbolos habían sido llevados al vertedero, pero no se generó ilusión en la opinión pública y, lo que es peor, se abrieron heridas internas que aún perduran.

Los protagonismos y la ambición sin disimulo de algunos están haciendo de este órgano de dirección provisional un camarote de los hermanos Marx, donde las responsabilidades cambian de manos sin ton ni son, como en el caso de la redacción de las actas -de Jorge Carbó a Javier Montero y Jorge Fabuel- y donde hay bajas voluntarias, como la de Nacho Pou, el líder del partido en el Marítimo, que anuncian tormenta para el futuro inmediato. Por eso, tal vez, no hubo lágrimas en su despedida.

Pero si hay algo esperpéntico que retrata a la perfección el talante de este nuevo núcleo duro del Partido Popular es su obsesión por controlar la gestión a golpe de wasaps. Ese esfuerzo no sólo se ha mostrado baldío, sino que ha convertido el pretendido foro interno de dirección en lo más parecido a una insustancial conversación de colegas que intercambian chistes, paisajes, fotos y trajes de fallera€ amén de servir, de tarde en tarde, para anular las reuniones previstas minutos antes del inicio.

La imagen de un PP con ambición y aspiraciones para recuperar la senda de los triunfos brilla por su ausencia. Quedó muy claro en el reciente congreso nacional, en el que pudo verse a dirigentes investigados que están suspendidos de militancia. Luis Santamaría debería preguntarse cómo ha sido posible tal despropósito.

El presidente de la gestora debería guardarse de los muchos aduladores que hay a su alrededor. No hay precisamente demasiado de lo que enorgullecerse. Y si puede, hará bien en cuidar los equilibrios de poder en la ciudad, pues ni siquiera el apoyo de candidata a presidenta autonómica le asegura hoy un congreso fácil.

Jorge Bellver, responsable de la organización del inminente congreso regional y buen conocedor de los entresijos del partido, tiene trabajo de sobra. Si logra el milagro, de ésta lo canonizan.