La figura de Celia Amorós (Valencia, 1944) inaugura una escuela de pensamiento genuina, potente, inconformista y crítica como es el feminismo de la igualdad. De profunda trayectoria, Amorós encarna su propia máxima: «Conceptualizar es politizar y politizar implica conceptualizar». Militante del Frente de la Liberación de la Mujer de Madrid hasta 1980, fundó en 1987 el seminario Feminismo e Ilustración en la Universidad Complutente de Madrid. Todavía hoy se atribuye a tal encuentro el inicio de una nueva época, promotora de la sororidad, cuya memoria queda plasmada en esa obra capital para las y los feministas: Tiempo de feminismo. Sobre feminismo, proyecto ilustrado y postmodernidad (Ediciones Cátedra, Colección Feminismos, 1997).

Fluye entonces una cantera de pensadoras feministas de apasionante vida intelectual y cívica: Amelia Valcárcel, Carmen Alborch, Neus Campillo, Rosa María Rodríguez Magda, Ana de Miguel, Alicia Miyares, Teresa López Pardinas, Rosa Cobo, Cristina Molina, Alicia Puleo o Luisa Posada Kubissa, por citar sólo algunas de las más representativas. Unas directa, otras indirectamente -como podría ser el caso de Julia Sevilla, jurista- bebieron de la savia filosófica de Amorós. Su ya clásico Hacia una crítica de la razón patriarcal (Anthropos, 1985) la había convertido en un referente, así que sólo quedaría articular el discurso, aunar sinergias y empoderarse, ingredientes fundamentales para combatir «salomoncitos [con referencia al rey bíblico Salomón] que pululan por las instituciones de la sociedad patriarcal dictaminando sus sentencias en las cuestiones que afectan a las mujeres». La filósofa dirigía estas palabras al público asistente al acto de entrega de la Medalla de la Universitat de València, celebrado en el Paraninfo de La Nau el pasado 10 de marzo.

Un acto histórico, cargado de justicia y reconocimiento a esta pensadora -la maestra Celia Amorós- quien, siendo valenciana, nunca debería haber abandonado su tierra. Leyó el discurso en perfecto valenciano, sin perder un ápice de ese espíritu crítico e inconformista que tanto la define, y recorrió su itinerario intelectual intentando recoger la esencia de toda una escuela feminista, la suya propia, el feminismo de la igualdad, forjado durante toda su historia en perfecta simbiosis entre pensamiento y acción. En su ensayo Salomón no era sabio (Editorial Fundamentos, 2014) se recoge, según dijo, la síntesis de su obra. Sin olvidar otras, como bien apuntó en su laudatio Esther Barberá, catedrática de Psicología básica, como La gran diferencia y sus pequeñas consecuencias para la emancipación de las mujeres (Ediciones Cátedra, Colección Feminismos, 2004) -Premio Nacional de Ensayo- y Vetas de Ilustración. Reflexiones sobre feminismo e islam (Ediciones Cátedra, Colección Feminismos, 2009).

El abarrotado Paraninfo abrigó este homenaje histórico perfectamente organizado por Amparo Mañés, directora y alma mater de la Unidad de Igualdad de la Universitat de València. Allí acudieron muchísimas amistades y discípulas de Celia Amorós. También antiguos compañeros de la Facultad de Filosofía, como José Montoya, Manuel Jiménez Redondo, Enric Casaban y Neus Campillo; políticas como María Such e Isabel García; juristas como Julia Sevilla; y muchos miembros de la comunidad universitaria, diversas representaciones de movimientos feministas y la familia de la homenajeada. La figura de Celia Amorós testimonia cada logro conseguido en materia de igualdad de género. Y a su vez alimenta y guía la ruta a seguir si deseamos alcanzarla sin ambages, pues, sin duda alguna, Amorós deviene maestra de igualdad. Algo incomprensible e inalcanzable moral e intelectualmente para esos «salomoncitos» dogmáticos que caricaturizan el rigor del feminismo filosófico, antesala de todas las conquistas sociales igualitarias en las que por el camino quedaron mujeres aguerridas, bravas, lúcidas y ejemplarizantes como nuestra Celia Amorós.