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Ni nuclear ni alternativa

La política, en esencia, consiste en tomar decisiones y establecer prioridades sobre los recursos que hay disponibles. De hecho, no tendría mérito contar con unos medios ilimitados y asignarlos, sin ningún problema, cada vez que surge una necesidad nueva. Igual que tampoco tiene mérito mirar permanentemente hacia atrás. Por eso, precisamente, no es fácil gestionar una Administración. Y no hay excusas.

Un elevado porcentaje de las familias han tenido que adaptarse durante la crisis a este tipo de gestión. Han perdido recursos ec0nómicos y se han visto en la obligación de establecer prioridades y renunciar a cosas que ya no se podían permitir. Evidentemente, este cambio, forzado en gran parte por factores externos, les ha pasado una dolorosa factura personal y social. Y, evidentemente, pueden responsabilizar de su situación a la mala gestión de otros. Pero el pretexto de que ésto ha venido rodado desde fuera, no les ha atado las manos a la hora de tomar decisiones y establecer unos nuevos objetivos -cambiar de domicilio, ir a vivir con los padres, salir a buscarse la vida al extranjero,..-.

Digo todo ésto por la excusa de la «falta de personal» utilizada por la conselleria de Medio Ambiente para justificar el retraso en la tramitación de las autorizaciones para las energías renovables. Las organizaciones políticas que en su día defendieron hasta el desfallecimiento el desarrollo de estas alternativas, la eólica y la fotovoltáica, se han convertido en su llegada al Gobierno autonómico en el primer obstáculo para su desarrollo.

Los expedientes se atascan hasta cinco meses en los despachos de la conselleria, según denuncia Marcos J. Lacruz, presidente de Avaesen, cuando en otras comunidades autónomas han optado por agilizarlos en un intento de acaparar inversiones de las empresas del sector. Y no se trata de mirar para otro lado para agilizarlos, sino de proceder con las mismas garantías, pero con mayor velocidad. Han pasado ya dos años y la situación continúa estancada.

Además, las tan necesarias negociaciones en su día con los propietarios de las concesiones que aún, por diversos motivos, no se han puesto en marcha, siguen sin dar frutos cerrando las puertas a otros operadores interesados.

Y mientras las energías renovables continúan en ese limbo interminable tan complicado de entender, el «tripartito», echando mano de manual político, reclama en las Corts el desmantelamiento de la nuclear de Cofrentes. Sin alternativas. Sin pensar en su potencial energético (más de 1 MW, casi el 40 % del consumo eléctrico de la Comunitat Valenciana) ni en qué se va a hacer con los residuos acumulados. Todavía no sabemos qué hacer con los residuos de alta actividad utilizados por la central como combustible -en las piscinas hay alrededor de 4.000 elementos-, que se deberán quedar ahí hasta que se decida si se abre o no el almacén temporal en Villar de Cañas. Del definitivo, ni hablamos.

Alemania ya ha dado el paso del parón nuclear, pero acompasado a una programación energética minuciosa a largo plazo y una fuerte inversión en eólica, fotovoltaica y biomasa.

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