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Demasiados enemigos

Quizás son demasiados enemigos, y todos a un mismo tiempo. La democracia parlamentaria, asediada por los populismos, sufrió un nuevo golpe del terror islámico en el corazón político de Londres, Westminster, poco tiempo después de que Erdogan, uno de los personajes más siniestros del planeta, advirtiera a los europeos sobre el riesgo de salir a las calles de sus ciudades por despreciar supuestamente a los turcos. Europa está contagiada, además, de violencia, intolerancia y una profunda estupidez que la descompone y desune en medio de fascismos y populismos de todo tipo. Amenazada por el terrorismo fanático de los islamistas y por algunos de sus propios fanáticos cristianos que les hacen el juego. El panorama, resulta casi una obviedad incidir en ello, es más que preocupante.

La baza principal del terror es golpear, causar miedo y sembrar una inseguridad que muchos están tentados a combatir restringiendo las libertades de los europeos. Naturalmente esta es otra forma de destruir Europa pero no todos se dan cuenta de ello. Alexander Herzen decía que los únicos países tranquilos del continente eran aquellos en que la libertad personal y la libertad de expresión no estaban restringidas. Sigue siendo lo mismo, pero hay sujetos como Erdogan y Putin que no le dan importancia a este tipo de cosas.

Los terroristas islámicos que se atribuyen el atentado de Londres y otros que le precedieron, simplemente no saben en qué consiste la libertad pero, sin embargo, sí son conscientes de que ponerla en peligro es la mejor forma de erosionar el sistema político en que se asienta la civilización que odian. La unidad europea frente a tanta agresión es cada vez más necesaria. Y también está en riesgo.

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