La experiencia de las nuevas primarias del PSOE cobran, por días, una trascendencia mayor. La socialdemocracia europea necesita en España un aliado firme para su recuperación. La alicaída salud del socialismo español urge de la misma pócima vitamínica que en Francia o Alemania, una identidad de izquierdas.

El declive de la socialdemocracia deja un rastro reciente acomodaticio, cómplice con las tesis neoliberales y alejado de los sectores sociales más golpeados por la crisis. La juventud, las mujeres, los trabajadores y las clases medias empobrecidas han dejado de confiar en los socialdemócratas. Nada que ver con el liderazgo desempeñado en los años 50. Lejos, también, el gran papel jugado por el PSOE con los gobiernos de Felipe González en la transformación social de España. Panorama agravado recientemente en Alemania, Holanda y Francia por el abandono de un programa reconocible y la coalición de nefastas consecuencias. A Zapatero se le reprocha, en lo económico, con lo "opinable" de la crisis y también la rápida reforma de la Constitución realizada de la mano de PP.

La crisis ideológica, representada en la incapacidad de ofrecer respuestas justas y rompedoras, tiene su continuidad en un modelo de partido esclerotizado en el que la militancia ha tenido un papel de triste convidado de piedra. Dificultad para transformar la sociedad y partido desmovilizado, van de la mano.

La respuesta de la socialdemocracia, encarnada en España por el PSOE, es más necesaria que nunca. La recuperación, vigorosa y creíble del socialismo, tendrá que ser europea, movilizadora y de izquierdas. La crisis de la socialdemocracia es un hecho reversible.

Es en este terreno, y no en otro, donde cobra auténtico sentido el proyecto político encarnado por Pedro Sánchez que aporta un programa, "Por una nueva socialdemocracia", y un modelo de partido, más abierto y participativo.

Créanme, no hay nada personal en esto. Simplemente pienso que la opción actual de continuismo que se pretende, conecta con la negativa experiencia de los socialistas holandeses y alemanes, desdibujados en una coalición neoliberal. Por el contrario, Pedro Sánchez conecta con la esperanza socialista que encarnan ahora Schultz y Hamon.

Con un programa basado en una autonomía de izquierdas reconocible, Pedro Sánchez opta a la secretaria general del PSOE. Capaz de recuperar el binomio democracia-justicia social y representar a una inmensa mayoría progresista en nuestro país.

Lo peor para el PSOE sería reincidir en los mismos errores, subordinarse a un discurso neoliberal, alejarse de las alianzas de izquierdas y jibarizar la democracia interna.

Lo mejor, apostar por la opción ilusionante, transformadora y de futuro, la que encarna Pedro Sánchez. Por el bien del socialismo, ahora toca atreverse a soñar. Y votar en consecuencia.