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José Sierra

Darle dos (o tres) vidas al agua es una solución que no espera

Con un poco de retraso nos enganchamos al tema del agua, que el miércoles ocupó portadas en la celebración del Día Mundial del Agua. Este año, la conmemoración estaba inspirada por la reutilización de las aguas residuales. Seguramente, el artífice del lema «Aguas residuales, ¿por qué desperdiciar agua?», debía estar pensando en la Comunitat Valenciana (o en la de al lado), además de englobar, cosa que solo hacen los buenos eslóganes, un problema que tiene al mismo tiempo una lectura local y una derivada mundial. En la India, donde no son ajenos los problemas de falta de recursos hídricos, ahora mismo lo urgente es depurar: la propia religión hindú se resentiría si un día, no muy lejano, bañarse en el Ganges supone perder el pelo y hasta el epitelio. Aquí, en el Mediterráneo, tan incomprendido a veces por la «Vieja Europa», nuestros problemas son otros, aunque los grandes retos de la política hídrica también pasan por depurar bie­n las aguas- algo cada vez más difícil debido a los restos de pesticidas, medicamentos y hasta drogas que lanzamos a las depuradoras- y, sobre todo, lograr que las aguas depuradas vuelvan de nuevo al ciclo hidráulico, las veces que haga falta, como un recurso de primer orden.

En España, también en la Comunitat Valenciana, hay ríos que ya no nacen de un manantial mágico, agotado desde hace años, sino de una depuradora de aguas residuales (EDAR). Nuestra misión, ahora, es aprovechar ese vertido para que vuelva a formar parte del agua que usamos para regar, para mantener jardines o para inundar el sanitario. Nos encanta el término de agua «regenerada». Hay edificios,unas pocas ciudades y algún país, que incentivar la captación y reuso de lo que se llaman «aguas grises», producto de actos tan cotidianos como lavarnos las manos o fregar un vaso, y que se convierten en un «desperdicio» real cada vez que llegan a una depuradora, donde solo «engordan» el volumen y disparan los gastos. Para lograr que estos caudales vuelvan a aprovecharse es imprescindible que el agua de primer uso cueste al menos por el valor que tiene, que es mucho. De otro modo será difícil introducir en nuestra sociedad una conciencia hídrica que para muchos comienza cuando cae agua por el grifo y desaparece cuando se cuela por el desagüe: 20 centímetros de recorrido y una milésima de segundo. Es decir: nada. En un futuro no muy lejano, la sociedad exigirá a los usuarios actuales del agua inmaculada que todavía aportan algunos de nuestros ríos o pozos que renuncie a estos caudales para seguir dando vida a nuestros cauces. Del mismo modo que al final los coches más contaminantes serán expulsados de las ciudades, los estados restringirán el uso de estos caudales «limpios» si existe una alternativa. El agua es de «todos» -lo dice la ley- y ese «todos» no tardará en reservar el mejor agua para usos prioritarios como el suministro de boca o el mantenimiento del ecosistema en los ríos. Después de años de mensajes triunfalistas, ayer el secretario autonómico de Medio Ambiente, Julià Álvaro, exponía una triste realidad: Las 478 depuradoras de la Comunitat Valenciana trataron en 2015 más de 431 hectómetros cúbicos de aguas residuales, de los que sólo un 31 % (133 Hm3) se reutiliza. Queda (casi) todo por hacer.

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