Pongamos que me llamo Jesús y que tengo 2 años y 9 meses. Os confieso que me agota mucho ir en coche. Eso de que te sienten, te aten y estés allí un tiempo interminable sin saber cuándo vas a llegar me resulta agobiante. Al principio me dormía y no me enteraba de nada; sin embargo, ahora no lo consigo y pregunto sin parar: "¿Cuánto falta?". Y si quien conduce contesta: "Un poco", ¡ay!, entonces el viaje se me hace más fatigoso aún, porque sabed que "un poco" es el tiempo más prolongado del mundo. Nadie sabe lo que dura. Además, los adultos usan esta expresión sin parar, y no sólo para hablar de duración. Lo explico. Un día, mis padres, para hacer que el viaje fuese más entretenido, pusieron la radio. Entrevistaban a una persona muy, muy famosa. No me acuerdo de cómo se llamaba. Aquella persona pronunció "un poco" tantas veces que mi madre, harta, cambió de emisora. Después, pregunté a mis progenitores: "¿Vosotros sois un poco mis padres, no?". Y todavía se están riendo, sin que yo sepa muy bien por qué. Pero quiero contaros un viaje muy largo que se me hizo muy corto. Venía con nosotros mi tía Gabriela. A mi padre le gusta llamarla por su sonoro apellido, Keselman. Bueno, a lo que iba. Mi madre conducía y mi padre iba a su lado. Gabriela, sentada atrás conmigo, empezó a contarme un cuento sobre unos animales que, cuando salían con sus padres, siempre preguntaban cuánto faltaba para llegar. Y su papá o su mamá les decían que eran muy impacientes, que seguro que otros animales de su edad no se ponían tan pesados. Ignoraban que todos ellos sí, sí preguntaban lo mismo de otra manera: el pececito, cuántas olas faltaban; el pajarito, cuántas nubes quedaban; una pequeña liebre, cuántas piedras había que pasar, y una ardilla, cuántas ramas tenía que saltar para llegar. Casi al final, la mamá ardilla le dice a su hija: "Fíjate en aquel niño, seguro que no pregunta cuántas ramas faltan". ¡Ja, ja, ja!, claro que no. El niño pregunta a su mamá y a su papá: "¿Cuántas calles faltan?". Acaba el cuento con la respuesta de los padres: "Mira, hijo, seguro que esa ardilla, esa liebre, ese pajarito y ese pez no son tan impacientes como tú y no preguntan una y otra vez lo mismo". Termino. En el momento en el que me aseguren que falta "un poco" para llegar a un sitio, pediré sin dudar que me auxilien con un cuento largo. Los cuentos son pájaros, hacen que el tiempo pase volando.