Con muy pocos días de diferencia, Manuel Borja-Villel y Miguel Falomir han acaparado la actualidad cultural. Mientras dos valencianos gestionan las naves insignias del arte español, y junto con Vicent Todolí y Tomàs Llorens forman el mejor póquer europeo de la historia del arte, el Consell del Botànic sigue despistado. Después de un año de la presentación del humeante programa «Fes Cultura» -un plan estratégico concertado-, se ha instalado la política de «casa de la cultura» en todos los ámbitos de la conselleria de Marzà. Cualquier contenedor sirve de sala de exposiciones, y al mismo tiempo para recitales indie, barrocos y de trompeta, lecturas dramatizadas, incluso para talleres gastronómicos. Mientras crece la frustración en el sector, con los actores con el altavoz en la mano, al que se van uniendo el resto de artistas. Con pocas esperanzas de arreglo, porque el motor que debe revitalizarlo todo es «à», en minúscula.
