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Carlos alos

El universo morado se expande

El partido eclosiona con cinco proyectos a un mes de elegir nueva dirección, un proceso clave para la gobernabilidad futura del Consell

Corrientes, agrupaciones de afinidades, colectivos y sensibilidades varias han crecido como setas en el universo Podemos a los dos años de su eclosión. El estallido social del 15 de mayo de 2011, que encauzó la indignación colectiva y propulsó a Podemos y a su líder nacional, Pablo Iglesias, ha derivado en la Comunitat Valenciana durante este bienio en una amalgama heterogénea que alcanza ahora su grado máximo de atomización, a falta de pocas semanas para el llamado Vistalegre valenciano. Hasta cinco propuestas se sitúan en la parrilla de salida de cara al 14 de mayo, día en que se renovará el consejo ciudadano autonómico y se elegirá al sucesor de Antonio Montiel, piloto de la nave morada estos años.

El proceso, muy complejo por la cantidad de actores, es crucial para la gobernabilidad de la Generalitat porque algunas de las listas critican abiertamente el acuerdo que sostiene el Consell, defienden la ruptura del Botànic o rechazan que la formación morada juegue un papel subsidiario ante PSPV y Compromís, cuyos dirigentes no quitan la mirada al proceso interno podemista.

Unos 40.000 afiliados de Podemos votarán y elegirán hasta el 14 de mayo entre listas abiertas los documentos que deben guiar el futuro del partido morado y su nueva dirección valenciana.

Vistalegre II marca el camino Como inercia de la contienda estatal de Vistalegre II en febrero (Pablo Iglesias contra Íñigo Errejón), el campo de batalla parecía reducirse hace unas semanas a la pugna entre los afines a Montiel, que lidera la corriente «errejonista», ahora Més morat, més Podem, y los críticos con el actual líder, agrupados en Aprofundir el Canvi. A ello se unía la aparición de corrientes más minoritarias como Marea Valenciana, del anticapitalista Daniel Geffner y de la que también forman parte activistas de colectivos sociales o el movimiento Construim des de baix, donde destaca la figura de Roberto Jaramillo, concejal de València y diputado provincial. También coexiste la propuesta de mujeres femenistas que lidera la diputada Cristina Cabedo, la llamada Reconéixer-nos. Es decir, «montielistas», «antimontielistas», anticapitalistas y feministas, simplificando al máximo el panorama.

Pero un actor muy principal acaba de aparecer en el universo morado valenciano. Es el secretario general Pablo Iglesias, líder absoluto del partido tras laminar al errejonismo en Vistalegre II.

Fuentes cercanas a Iglesias aseguran que nunca le sedujo ninguna de las propuestas planteadas en la Comunitat Valenciana y que incluso las considera poco creíbles. Por eso, el espaldarazo a Frente Cívico de Iglesias, un colectivo afín a Izquierda Unida desde los tiempos de Julio Anguita, que ya intentó la unidad de la izquierda mucho antes de nacer Podemos, ha incluido a nuevos actores como el profesor de Derecho del Trabajo Héctor Illueca, ideólogo de la corriente que bebe directamente de los postulados victoriosos de Vistalegre II.

En este grupo emerge ya claramente la senadora Pilar Lima, llamada a liderar la corriente que avala el líder nacional y de la que forman parte además de Illueca como ideológo, la integrante del Consejo Ciudadano Estatal Esther Sanz, o los diputados nacionales Txema Guijarro y Rita Bosaho, perfiles más del agrado de Iglesias. Illueca y Lima darán a conocer mañana su proyecto político.

Piden a Iglesias que no interfiera

Así, la irrupción de Iglesias en València en el acto organizado por Frente Cívico ha trastornado tanto la vida interna de Podemos que el colectivo Aprofundir el Canvi, en el que se integran los críticos con Montiel, ha llegado a pedir abiertamente que Iglesias se abstenga de participar en la campaña interna y guarde la neutralidad.

En esta órbita se encuentran Sandra Mínguez, exsecretaria de Organización apartada por Montiel y una de las figuras referentes del «pablismo» hasta que hace unos días abandonó la carrera por la dirección al quedarse sin apoyos. También forman parte el senador Ferran Martínez, el secretario general de Podemos en València, Jaime Paulino, o el diputado Antonio Estañ, que se perfila como figura emergente en este encuadre. El pasado viernes esta corriente reiteró su idea de primarias abiertas a todos los inscritos a su documento inicial, una voluntad de agrupar al máximo número de militantes y crear una candidatura lo más cauterizadora posible.

En la misma línea se presenta Més morat, cuyo fin a priori no es el de la secretaría general sino el de aglutinador y «transversal», concepto que definió al «errejonismo» en la pasada asamblea estatal. Huir del choque frontal y evitar heridas como las que se abrieron ante el proceso estatal. Ese es el objetivo. «Hay maneras de ganar y maneras de perder, no es necesario tanto dolor», señalan.

Esta es una vía en exploración pero que tampoco termina de agradar a todas las corrientes, algunas de las cuales se sienten «absorbidas» por las grandes, como Construim des de baix, semiintegrados en Marea Valenciana. Si finalmente no se consiguiera una confluencia de todos los microcosmos, Més morat se plantearía su propia lista, señalan.

Montiel ha anunciado que no hará campaña, pero quienes han trabajado con él estos años dan por hecho que presentarán documentos y lista con las diputadas Fabiola Meco y Àngela Ballester como principales opciones.

¿Cómo se explica toda esta gama de «sensibilidades»? ¿Son tan diferentes las unas de las otras? Por alejarse del mito de la izquierda hiperatomizada, la mayoría confiesa que ideológicamente no les separa tanto, sino que se trata más bien de cuestiones de procedimiento. La relación de Podemos con el Consell del Botànic es una de las cuestiones que más disparidad de opiniones levanta, así como el trato con Compromís o el PSPV. Hay quien sostiene que no es lo mismo el socialismo estatal que el autonómico, y que 20 años del PP son demasiados para no necesitar la presencia del partido del puño y la rosa en el Consell.

Desencanto y vieja política

Mientras, la eclosión de corrientes ha ido pareja a cierto desencanto una vez decayó la efervescencia de los círculos y las asambleas ciudadanas y apareció la pugna interna por el poder, no exenta de críticas que han enrarecido el clima inicial entre un grupo de personas que formó un partido o un grupo en las Corts, pero que ni se conocían.

«En este partido sobran personalismos y ambiciones improductivas», aseguró Antonio Montiel el día que anunció que no seguiría, aunque sigue convencido de que Podemos es la mejor herramienta de transformación social.

«Desgraciadamente, he visto muchos tics preocupantes ligados a la vieja política», ha escrito estos días la diputada Mínguez, que continuará con su escaño pero que deja de lado la actividad orgánica.

La reflexión de Mínguez resume la sensación de muchos podemistas: «A una persona como yo, proveniente de la cultura del 15M, y que se encuentra con modos de funcionar de la vieja política, se le rompe el corazón (...) muchos en Podemos han abandonado el proyecto con la misma sensación», dice la otrora referente pablista.

«Soy crítica con la competividad y la mala organización que ha habido en Podemos», remarca la diputada Cristina Cabedo que el día en que anunció su equipo femenino desveló que dimitió en febrero de su cargo orgánico en protesta por la visión masculina del partido.

Del cónclave de mayo saldrá un nuevo Podemos que aspira a sacarse la espinita de las últimas citas electorales, donde las expectativas eran tan altas que incluso se situaron por encima de esos «cielos» que querían asaltar. Antes deberá organizarse en la tierra.

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