Asistí con Francisco Puchol, en una de las últimas ocasiones en que lo hacíamos juntos, a la entrega de los premios de la revista Economía 3, que tiempo atrás había premiado la labor del Club de Encuentro Manuel Broseta, principalmente por la labor llevada a cabo por Francisco desde la presidencia en los últimos años. Puchol reconocía reiteradamente la labor de presidentes anteriores pero fue su labor en los últimos 15 años la que situó al Club en el lugar de relevancia que ocupa actualmente.

Tuve la fortuna de coincidir con Francisco Puchol y otros compañeros en la Junta Directiva y puedo atestiguar que con su presidencia continuaron expresándose desde la tribuna del Club todas las opiniones políticas, culturales y sociales que lo hicieran democráticamente en defensa de un ideal de convivencia entre todos nosotros, los valencianos, y con un propósito de entendimiento en cuestiones dispares con nuestros vecinos, en temas de difícil resolución.

Quizás su procedencia de Benicarló, Vinaròs, su educación familiar y universitaria, y también su participación en tiempos de la transición democrática fueran en gran medida la causa de ese talante abierto, accesible, responsable, comprometido, que invitaba a sumarse a su labor, y a que personas como él volvieran a tener una participación activa en la vida política actual. Como le animé, sin éxito, a hacerlo.

Puede que sólo Miguel Hernández pueda expresarlo con la mayor rotundidad que procede: «Un manotazo duro, un golpe helado, un hachazo invisible y homicida, un empujón brutal te ha derribado». Te echaremos en falta, Paco. Primero tu familia, claro ésta, tu esposa Mandi, tus hijos, de quienes me hablabas orgulloso al recordar sus estancias en el extranjero, tu madre, tus hermanos... todos ellos y nosotros tus amigos y la sociedad valenciana, con la que siempre te sentiste comprometido, desinteresado, solidario y a la que tantos esfuerzos te quedaban por dedicar.

Estas palabras recogen hoy tan sólo el sentir de compañeros de la Junta, y socios del Club, que han querido que la muerte de Francisco Puchol no nos deje sin haber dicho, al menos intentado, lo suficiente, sobre el reconocimiento que merece.