Parece que el argumento central para mantener el aparcamiento nocturno en el carril bus-taxi son los puestos de trabajo de la hostelería que supuestamente están en riesgo, ya que se privaría a la gente trabajadora de la periferia urbana y metropolitana de gozar de la oferta de ocio del área central de la ciudad. Alguien ha afirmado tranquilamente que no se podrá venir al cine, cuando resulta que todos los cines de estreno de València tienen un parking contiguo, y subvencionan hasta dos horas de aparcamiento.

La realidad es que, como han demostrado exhaustivamente los estudios del Servicio de Movilidad Sostenible, la actual oferta de aparcamientos públicos próximos a las zonas de ocio (3.000 plazas) supera en mucho al aparcamiento en carril bus (220 ocupaciones nocturnas entre semana, un máximo de 1.500 en fin de semana). No es un problema, pues, de alternativas de aparcamiento. ¿Al final, es un problema de dinero?. De muy pocos euros, en todo caso. Si un taxi cuesta unos 6 euros por la noche, y los aparcamientos están ofertando ahora tarifas planas nocturnas en torno a esa cifra, comprobaremos que ir en taxi al centro, o en coche aparcando correctamente, sale a un coste ridículo de 1,5 euros por persona, si van cuatro juntas. Una ínfima fracción de una cena o una noche de copas, que los establecimientos pueden ayudar a pagar, como hacen los cines o los comercios.

Es cierto que la oferta de transporte público en la ciudad y su área metropolitana es muy insuficiente. Habrá que recordar que las administraciones local y autonómica que abandonaron ese transporte público, degradando y endeudando las empresas públicas (EMT, FGV) eran las mismas que permitieron el aparcamiento nocturno en el carril bus, desacreditándolo al convertirlo en un carril de quita y pon. Y del mismo signo que el Gobierno que, una vez más, ha negado financiación a dicho transporte, que hace unos pocos meses ordenó (?) el cierre de la EMT, y prohíbe el aumento de plantilla de FGV, impidiendo la extensión del Metro por la noche.

El aparcamiento en carril bus no es la única anomalía heredada en nuestra ciudad. Ahí están el aparcamiento de motos en las aceras, los carriles bici por las mismas aceras o la proliferación descontrolada de terrazas. Eran maneras de «solucionar» las necesidades del tráfico y de la hostelería a costa de los más débiles: los peatones y usuarios del transporte.

Estas falsas soluciones, en lugar de aliviar los problemas, los agravan, crean hábitos negativos, y dificultan la disciplina y el control. Además de ser de dudosa legalidad. Las ordenanzas municipales no pueden contradecir la Ley de Seguridad Vial, como bien recordaba estos días el profesor de Derecho Andrés Boix.

El artículo 40 prohíbe explícitamente el aparcamiento en carril bus, o el simple estacionamiento de corta duración. Las ordenanzas municipales lo permitían excepcionalmente para tramos autorizados mediante una placa. No hace falta, por tanto, modificar las ordenanzas, basta con retirar las placas.

Pero las prácticas erróneas crean hábitos erróneos, que desbordan la medida inicial. Los usuarios extienden el aparcamiento a todos los carriles bus, incluyendo las paradas, y estacionan hasta de día, sobre todo delante de los cajeros automáticos. Y los motoristas aparcan en cualquier espacio peatonal, y circulan por las aceras con la excusa de aparcar, en ocasiones todo un tramo de calle en contra dirección...

La restauración de la legalidad, en el caso del carril bus, no se ha improvisado, en todo caso. El tema se ha estado discutiendo durante un año en la Mesa de la Movilidad, donde hay más de 80 entidades ciudadanas, de profesionales y de usuarios. Y la petición de normalizar la situación vino de los taxistas, de los conductores de la EMT, de asociaciones de discapacitados y de seguridad vial, y de vecinos... por los problemas de seguridad que provocaba esta práctica, y por el perjuicio al transporte público.

Da la impresión de que, por más datos, argumentos, y alternativas que se proporcionen, siempre habrá quien reclame más información, alternativas, consenso y «prudencia». Es un tema recurrente que pone a prueba, una vez más, la voluntad de la ciudad de València de avanzar hacia la modernidad o hacia la sostenibilidad (elíjase al gusto de cada cual), y pasar página a una larga etapa de cutrez y de desidia urbana. Se ha demostrado que eran muchas más las molestias que los beneficios del aparcamiento en carril bus, y que había aparcamiento público disponible, por menos de lo que cuesta un cubata. El que quiera venir al centro en coche podrá seguir haciéndolo, pagando sólo un poquito. Menos demagogia, por favor. Menos populismo del malo.