La presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, se despachó el sábado en una entrevista en prensa nacional con una retahíla de declaraciones sobre el feminismo en general y las mujeres en particular que incendiaron las redes sociales por frívolas.

Frase vistosa donde las haya. «Hay que hacerse la rubia cuando te reúnes con hombres, consigues muchísimo más». La periodista replica qué es eso de «hacerse la rubia». Respuesta: «Hacerte la tonta, hacer como que no te enteras». Y ahora se entiende todo. Porque no sé yo si ese fue el patrón que siguió la mujer de Bárcenas o su compañera de partido Ana Mato cuando declararon ante el juez por la trama Gürtel, por ejemplo. Que no se enteraban de nada, estilo florero. Pero que no son tontas. Y claro, entre la confianza prestada, la debida obediencia, la cooperación necesaria y la ignorancia deliberada, hay cien términos medios. Ahí se podría ahondar: sumisas, subalternas, comodonas o simplonas. Eso sí, dejemos solo que los hombres lo piensen. No son tontas, se lo hacen para raspar más. Ese es el ejemplo que se le ha ocurrido a la presidenta recomendar desde su cargo público para medrar.

El feminismo ha muerto de éxito. La igualdad legal existe, afirma una voz que te aconseja públicamente que te hagas pasar por boba como hace ella desde dentro de un partido intolerante con la ley del aborto, contra la del matrimonio gay e incapaz de alcanzar un pacto de Estado contra la violencia de género a día de hoy. ¿De verdad Cifuentes ve igualdad en que de 13 ministros del gobierno solo cuatro sean mujeres? ¿O en que solo cuatro de 19 presidentes autonómicos lo sean? Y sí, hay respuesta. Cifuentes reconoce algo de desigualdad, pero recomienda no pelear contra los hombres; nos llevan las cuentas y las riendas y nos sacan las castañas del fuego. Así llegamos a más. Y mientras, vamos divinas de la muerte con tacón alto y raya en el ojo, que las feministas desteñidas ya han quedado desfasadas. ¡Vivan las tontas listas!

La entrevista es un insulto para toda mujer, a la que se le dice que se haga la bobita. Y a la que menosprecia con un estereotipo. Hay que dejar que los hombres sepan más y se lanza el mensaje de que se consiguen más cosas así que con estudios, trabajo y confianza en una misma. Calladita estás más guapa, que les salga la vena de machitos porque con las listas, ya se sabe, son antipáticas y se van a sentir intimidados, se puede interpretar. En lugar de sostener públicamente que ella se expresa como los hombres y defiende ideas y proyectos en igualdad de condiciones. O que su capacidad suma por igual y que cada día trabaja por ello desde la administración. Que está en su cargo para asegurarse de que sea así siempre, por ella y por las que vendrán, con independencia de su condición de mujer, de cuántos hombres estén presentes, del color del pelo o de cómo vistan todos. Pero que diga lo que dice es una vergüenza.

Que como mujer no me consideren igual a un hombre, menos capaz para ocupar un puesto de trabajo, o me miren el escote antes que a la cara, y de paso los tacones, que me llamen puta por decir que no quiero sexo, o que otra mujer me recomiende hacerme la ignorante delante de un hombre para ponerlo más fácil y sacar más provecho son precisamente motivos que no nos hacen cada vez más iguales. Y hace que demos un paso atrás todas. Algo que querríamos desterrar las feministas cada día. Es lamentable que un cargo público no se dedique a promover la igualdad de oportunidades y los derechos laborales reales y efectivos. Que el color del pelo lleve implícito un insulto. Incluso cualquier hombre que trabaje con ella debería estar abochornado con quien sabes de antemano que se aboba por mejorar el ego masculino. Es una lástima tener representantes públicos que no crean en la igualdad de la mujer.

Para Cifuentes la dignidad va con el traje. La dignidad, el respeto, la clase, ya no te la van a dar las perlas nunca más, le vino a escribir la periodista Cristina Fallarás a la infanta tras el juicio por el caso Noos. Muy propia. Qué pena de entrevista. Y cuánto bochorno, pero mucho.