Todavía flotaba en el aire el incienso con el que Mariano Rajoy bendijo a Isabel Bonig en el reciente congreso regional del PP, donde apeló en repetidas ocasiones a la unidad, cuando Mari Carmen Contelles se fotografiaba con un centenar de dirigentes provinciales tratando de ser una clara demostración de fuerza. Contelles, elegida por Bonig, se posicionaba como futura rival de Vicente Betoret.

A estas alturas, Betoret debe de ser consciente de que solo una victoria en el congreso provincial le aseguraría su supervivencia política. Tal como están de enconadas las posiciones, integrar a sus rivales en una lista única sería incubar una infección que tarde o temprano acabaría manifestándose. De poco le van a servir sus esfuerzos por haber asumido el liderazgo en los momentos más críticos. Este PP no reconoce sacrificios.

Quienes buscan ahora el poder justifican su intención de hacer tabula rasa en la necesidad de ofrecer imagen de regeneración, pero esa tesis es la coartada que oculta evidentes ambiciones. Se olvida, por ejemplo, que la propia Bonig o Pepe Císcar, por citar algún otro, llegaron al Consell de la mano de Francisco Camps; es más, Bonig fue avalada por Rita Barberá y Alfonso Rus para asumir el control del PP. Por tanto, recetar regeneración sólo para los otros suena a milonga y oculta un intento por deshacerse de todo aquel que no esté en línea con la nueva organización.

De este circo popular en ciernes es la imagen del partido lo que peor puede salir parado. Pero a fecha de hoy, las ganas de guerra civil parecen imponerse al sentido común. Las partes contendientes son sabedoras de que el resultado del congreso provincial determinará también el devenir del cap i casal. Y en esa senda, Luis Santamaría apuesta fuerte por Contelles. Ahora bien, su debilidad política en la ciudad está propiciando que suenen otros nombres que podrían tener avales suficientes para plantarle cara por el liderazgo.

El equipo de Santamaría tampoco ayuda mucho y, de hecho, da muestras constantes de irresponsabilidad. Sirvan de ejemplo las críticas contra Esteban González Pons, vía chat, cuando en vísperas del congreso recibieron con una lluvia de descalificaciones los rumores sobre su posible futura candidatura a la alcaldía. El aludido tardó poco en ser informado.

No está escogiendo Bonig el camino más sensato para dejar de ser la líder de la oposición. El tripartito puede estar tranquilo: la campaña se la está haciendo el propio PP. Nos aprestamos a ver episodios de canibalismo político. Al tiempo.